El día domingo, 17 de septiembre de 2023, desde el ventanal de su estudio del Palacio Vaticano y dirigiéndose a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ofreció su comentario y reflexión sobre el Evangelio del día (Mt 18,21-35).

El Santo Pontífice explicó que Dios perdona de forma incalculable, excediendo cualquier medida y que actúa por amor y por gratuidad. Subrayó a la vez que “Perdonar es una condición fundamental para quien es cristiano”, enfatizó que Dios ha dado la vida por nosotros y explicó que nunca podremos compensar su misericordia, lo único que Él espera de nosotros es que en respuesta a esta gratuidad, nos perdonemos los unos a otros (Fuente: Vaticano, SPSS, Vatican Media, Vaitcan News y Dicasterio para la Comunicación).

Además el Papa destacó que “el perdón es el antídoto que cura los venenos del rencor, es el camino para calmar la rabia y sanar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad” y agregó “…sin perdón no hay paz”.

En sus palabras finales comento sobre si próximo viaje a Marsella con motivo de la ceremonia de clausura de la iniciativa “Rencontres Méditerranéennes” a favor de los migrantes, y nuevamente exhortó a todos a rezar por la paz en Ucrania.

Comentario Santo Padre sobre el l Evangelio dominical:

“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy el Evangelio nos habla de perdón (Cfr. Mt 18,21-35). Pedro pregunta a Jesús: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’ (v. 21).

Siete, en la Biblia, es un número que indica plenitud, y por tanto Pedro es muy generoso en los presupuestos de su pregunta. Pero Jesús va más allá y le responde: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete’ (v. 22). Es decir, le dice que cuando se perdona no se calcula, que está bien perdonar ¡todo y siempre! Precisamente como hace Dios con nosotros, y como está llamado a hacer quien administra el perdón de Dios: perdonar siempre. Yo esto lo digo mucho a los sacerdotes, a los confesores: perdonen siempre como perdona Dios.

Jesús ilustra después esta realidad a través de una parábola, que también tiene que ver con los números. Un rey, después de que le suplicara, perdona a un siervo la deuda de 10 mil talentos: es un valor exagerado, inmenso, que oscila entre las 200 y las 500 toneladas de plata: exagerado. Era una deuda imposible de saldar, incluso trabajando una vida entera: y sin embargo ese señor, que hace referencia a nuestro Padre, lo perdona por pura ‘compasión’ (v. 27). Este es el corazón de Dios: perdona siempre porque Dios es compasivo. No olvidemos cómo es Dios: es cercano, compasivo y tierno; así es la forma de ser de Dios. Después, este siervo, al cual se le había perdonado la deuda, no tiene ninguna misericordia con un compañero que le debe 100 denarios. También esta es una cifra consistente, equivalente a cerca de tres meses de sueldo - ¡como diciendo que perdonarnos entre nosotros cuesta! -, pero para nada comparable con la cifra precedente, que el señor había perdonado.

Video Vatican News

El mensaje de Jesús es claro: Dios perdona de forma incalculable, excediendo cualquier medida. Él es así, actúa por amor y por gratuidad. Dios no se compra, Dios es gratuito, es todo gratuidad. Nosotros no podemos repagarlo pero, cuando perdonamos al hermano o a la hermana, lo imitamos. Perdonar no es por tanto una buena acción que se puede hacer o no hacer: perdonar es una condición fundamental para quien es cristiano. Cada uno de nosotros, de hecho, es un ‘perdonado’ o una ‘perdonada’: no olvidemos esto, nosotros somos perdonados, Dios ha dado la vida por nosotros y de ninguna forma podremos compensar su misericordia, que Él no retira nunca del corazón. Pero, correspondiendo a su gratuidad, es decir perdonándonos unos a otros, podemos testimoniarlo, sembrando vida nueva en torno a nosotros. Fuera del perdón, de hecho, no hay esperanza; fuera del perdón no hay paz. El perdón es el oxígeno que purifica el aire contaminado por el odio, el perdón es el antídoto que cura los venenos del rencor, es el camino para calmar la rabia y sanar tantas enfermedades del corazón que contaminan la sociedad.

Preguntémonos, entonces: ¿yo creo que he recibido de Dios el don de un perdón inmenso? ¿Advierto la alegría de saber que Él siempre está preparado para perdonarme cuando caigo, también cuando los otros no lo hacen, también cuando ni siquiera yo logro perdonarme a mí mismo? Él perdona: ¿creo que Él perdona? Y ¿sé perdonar a su vez a quien me ha hecho daño? Al respecto, quisiera proponeros un pequeño ejercicio: intentemos, ahora, cada uno de nosotros, pensar en una persona que nos ha herido, y pidamos al Señor la fuerza para perdonarla. Y perdonémosla por amor del Señor: hermanos y hermanas esto nos hará bien, nos devolverá la paz en el corazón.

María, Madre de Misericordia, nos ayude a acoger la gracia de Dios y a perdonarnos los unos a los otros.”

Palabra del Después del Ángelus

“¡Queridos hermanos y hermanas!

El viernes iré a Marsella para participar en la conclusión de los Rencontres Méditerranéennes, una bonita iniciativa que se desarrolla en diferentes ciudades del Mediterráneo, reuniendo responsables eclesiales y civiles para promover caminos de paz, de colaboración y de integración en torno al mare nostrum, con una atención especial al fenómeno migratorio. Esto representa un desafío no fácil, como vemos también en las crónicas de estos días, pero que debe ser afrontado juntos, en cuanto que es esencial para el futuro de todos, que solo será próspero si se construye sobre la fraternidad, poniendo en el primer puesto la dignidad humana, las personas concretas, sobre todo las más necesitadas. Mientras les pido que acompañen este viaje con la oración, quisiera dar las gracias a las autoridades civiles y religiosas, y a cuantos están trabajando para preparar el encuentro en Marsella, ciudad rica de pueblos, llamada a ser puerto de esperanza. Ya desde ahora saludo a todos los habitantes, esperando encontrar a muchos queridos hermanos y hermanas.

Y les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de varios países, en particular los representantes de algunas parroquias en Miami, la Banda de Gaitas del Batallón de San Patricio, los fieles de Pieve del Cairo y de Castelnuovo Scrivia, las Hermanas Misioneras del Santísimo Redentor de la Iglesia greco-católica ucraniana. Y seguimos rezando por el martirizado pueblo ucraniano y por la paz en toda tierra ensangrentada por la guerra.

¡Y saludo a los chicos de la Inmaculada!

A todos les deseo un feliz domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”