El Papa Francisco dedicó Alok Sharma quien preside la cumbre mundial sobre el Cambio Climático, convocada por Naciones Unidas y que se realiza en Glasgow, Escocia del día 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021, con la meta de lograr que los diversos países que integran la ONU se comprometan a reducir sus emisiones, el Papa no podrá asistir, por lo que ha comunicado sus compromisos y perspectivas para esta gran asamblea, solicitando se lleve a cabo la reunión con transparencia, honestidad, responsabilidad y valentía, afirmando que es una urgencia ineludible en especial por las afectaciones hacia las generaciones jóvenes y otras que están por venir en un futuro cercano.

Carta del Santo Padre:

Al Excmo. Sr. Alok Sharma

Presidente de la COP26, vigésimo sexto período de sesiones de la Conferencia de los Estados Partes en la Convención sobre el marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático

(Glasgow, 31 de octubre - 12 de noviembre de 2021)

Excelencia:

Al comienzo de la Conferencia de Glasgow, todos somos conscientes de que tiene la importante tarea de mostrar a toda la comunidad internacional si realmente existe la voluntad política para asignar con honestidad, responsabilidad y valentía más recursos humanos, financieros y tecnológicos para mitigar los efectos negativos del cambio climático, así como para ayudar a las poblaciones más pobres y vulnerables, que son las que más sufren.

Pero, frente a nosotros, hay más: esta tarea, de hecho, debe realizarse en medio de una pandemia que azota nuestra humanidad desde hace casi dos años. Junto a las diversas tragedias que ha traído Covid-19, la pandemia también nos enseña que no tenemos alternativas: solo podremos vencerla si todos participamos en este desafío. Todo esto, lo sabemos bien, requiere una colaboración profunda y sólida entre todos los pueblos del mundo.

Hubo un antes de la pandemia; inevitablemente será diferente de la pospandémica que debemos construir juntos, siguiendo el ejemplo de los errores cometidos en el pasado.

Un discurso análogo es posible hacerlo para abordar el problema global del cambio climático. No tenemos alternativas. Podemos lograr los objetivos establecidos en el Acuerdo de París sólo si actuamos de manera coordinada y responsable. Son objetivos ambiciosos, pero no pueden posponerse. Hoy estas decisiones dependen de Usted.

La COP26 puede y debe contribuir activamente a esta concienzuda construcción de un futuro donde el comportamiento diario y las inversiones económico-financieras puedan salvaguardar verdaderamente las condiciones para una vida digna de la humanidad hoy y mañana en un planeta "sano".

Se trata de un cambio de época, un desafío de civilización para el que es necesario el compromiso de todos y en particular de los países con mayores capacidades, que deben asumir un papel protagonista en el campo de las finanzas climáticas, de la descarbonización del sistema económico y de la vida económica y de las personas, la promoción de una economía circular, el apoyo a los países más vulnerables para las actividades de adaptación a los impactos del cambio climático y de respuesta a las pérdidas y daños derivados de este fenómeno.

Por su parte, la Santa Sede, como indiqué en la Cumbre Virtual de Alto Nivel sobre la Meta Climática del 12 de diciembre de 2020, ha adoptado una estrategia de reducción de emisiones netas a cero (emisión neta-cero) que se mueve en dos niveles: 1) El compromiso del Estado de la Ciudad del Vaticano para lograr este objetivo para 2050; 2) el compromiso de la propia Santa Sede de promover la educación en ecología integral, consciente de que las medidas políticas, técnicas y operativas deben combinarse con un proceso educativo que, también y sobre todo entre los jóvenes, promueva nuevos estilos de vida y fomente un modelo cultural de desarrollo y sustentabilidad centrados en la fraternidad y la alianza entre el ser humano y el ambiente natural. De estos compromisos han nacido miles de iniciativas en todo el mundo.

También en esta perspectiva, el pasado 4 de octubre tuve el placer de reunirme con varios líderes religiosos y científicos para firmar un Llamamiento conjunto con miras a la COP-26. En esa ocasión, escuchamos voces de representantes de muchas religiones y tradiciones espirituales, de muchas culturas y campos científicos. Distintas voces y con distintas sensibilidades. Pero lo que se pudo percibir claramente fue una fuerte convergencia de todos en comprometerse con la urgente necesidad de iniciar un cambio de rumbo capaz de pasar con decisión y convicción de la "cultura del descarte" imperante en nuestra sociedad a una "cultura del cuidado". de nuestra casa común y de quienes viven o vivirán allí.

Las heridas provocadas a la humanidad por la pandemia de Covid-19 y el fenómeno del cambio climático son comparables a las resultantes de un conflicto global. Al igual que después de la Segunda Guerra Mundial, ahora es necesario que toda la comunidad internacional dé prioridad a la implementación de acciones colectivas, de apoyo y con visión de futuro.

Necesitamos visos de esperanza y coraje –valor-. La humanidad tiene los medios para afrontar esta transformación que requiere una conversión real, individual pero también comunitaria, y la voluntad decidida de emprender este camino. Se trata de la transición hacia un modelo de desarrollo más integral e integral, basado en la solidaridad y la responsabilidad; una transición durante la cual los efectos que tendrá también deberán ser considerados cuidadosamente sobre los efectos que habrá sobre el mundo del trabajo.

En esta perspectiva, se debe prestar especial atención a las poblaciones más vulnerables, hacia las que ha madurado una "deuda ecológica", vinculada tanto a los desequilibrios comerciales con consecuencias ambientales, como al uso desproporcionado de los recursos naturales propios y ajenos.  No podemos negarlo.

La "deuda ecológica" recordando, de alguna manera, la cuestión de la deuda externa, cuya presión a menudo obstaculiza el desarrollo de los pueblos.  La pospandémica puede y debe reiniciarse tomando en consideración todos estos aspectos, también relacionados con el lanzamiento de cuidadosos procedimientos negociados para la condonación de la deuda externa asociada a una estructura económica más sostenible y justa, orientada a apoyar la emergencia climática. Es "necesario que los países desarrollados contribuyan a la solución de la deuda [ecológica] limitando significativamente el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sostenible".  Un desarrollo en el que, finalmente, todos pueden participar.

Lamentablemente, debemos señalar con amargura lo lejos que estamos de lograr los objetivos deseados para combatir el cambio climático. Hay que decirlo honestamente: ¡no podemos permitirlo! En varias ocasiones, de cara a la COP26, quedó claro que no hay más tiempo para esperar; A estas alturas, demasiados rostros humanos están sufriendo esta crisis climática: además de sus impactos cada vez son más frecuentes e intensos en la vida cotidiana de muchas personas, especialmente las poblaciones más vulnerables, nos damos cuenta de que también se ha convertido en una crisis de los derechos de los ciudadanos de los niños y que, en un futuro próximo, los migrantes ambientales serán más numerosos que los refugiados en situaciones de conflicto. Debemos actuar con urgencia, valentía y responsabilidad. Actuar también para prepararse para un futuro en el que la humanidad sea capaz de cuidarse a sí misma y a la naturaleza.

Los jóvenes, que en los últimos años nos han estado pidiendo con insistencia que actuemos, no tendrán un planeta diferente al que les dejamos, del que podrán recibir según nuestras elecciones concretas de hoy. Este es el momento de la decisión que les de motivos de confianza en el futuro.

Habría deseado reunirme con ustedes, pero no fue posible. Sin embargo, les acompaño con la oración en estas importantes decisiones.

Reciba, Señor Presidente, mi más sentido y cordial saludo.

 

Vaticano, 29 de octubre de 2021.

 Francisco