El Domingo 9 de junio de 2024, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus y ofreció su comentario y/o meditación sobre el Evangelio del día (Mc 3,20-35) a la multitud de personas reunidas en la Plaza de San Pedro (Fuente: OPSS, Vatican Media, Vatican News y Dicastero para la comunicación).

El Santo Padre destacó que Jesús a pesar de la equivoca percepción de sus parientes de que había quizás enloquecido, o de los prejuicios de las autoridades religiosas que le acusaban de actuar bajo influjo de espíritus malignos, actuaba con libertad para curar, amar y servir sin medidas con la fuerza del Espíritu Santo.

Comentario al Evangelio dominical del Papa al introducir el rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Cfr. Mc 3,20-35) nos dice que Jesús, después de haber iniciado su ministerio público, se encontró ante una doble reacción: la de sus parientes, que estaban preocupados y temían que hubiera vuelto un poco loco; y la de las autoridades religiosas, que lo acusaban de actuar movido por un espíritu maligno. En realidad, Jesús predicaba y sanaba a los enfermos con la fuerza del Espíritu Santo. Y el Espíritu lo hacía divinamente libre, es decir, capaz de amar y de servir sin medida y sin condiciones. Jesús es libre. Detengámonos un poco a contemplar esta libertad de Jesús.

Jesús era libre respecto a las riquezas: por eso dejó la seguridad de su pueblo, Nazaret, para abrazar una vida pobre y llena de incertidumbres (Cfr. Mt 6,25-34), curando gratuitamente a los enfermos y a cualquiera que viniese a solicitarle ayuda, sin pedir nunca nada a cambio (Cfr. Mt 10,8). La gratuidad del ministerio de Jesús es esta. Es también la gratuidad de todo ministerio.

Era libre respecto al poder: efectivamente, aunque llamó a muchos a seguirlo, nunca obligó a nadie a hacerlo; y jamás buscó el apoyo de los poderosos, sino que estuvo siempre de la parte de los últimos, y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo que Él había hecho (Cfr. Lc 22,25-27).

Finalmente, Jesús era libre respecto a la búsqueda de la fama y de la aprobación, y por eso nunca renunció a decir la verdad, aun a costa de no ser comprendido (Cfr. Mc 3,21) y de hacerse impopular hasta morir en la cruz; y no se dejó intimidar, ni comprar, ni corromper por nada ni por nadie (Cfr. Mt 10,28).

Jesús era un hombre libre. Libre respecto a las riquezas, libre ante el poder, libre respecto a la búsqueda de la fama. Y esto es importante también para nosotros. De hecho, si nos dejamos condicionar por la búsqueda del placer, del poder, del dinero o de la aprobación, nos convertimos en esclavos de estas cosas. Si, en cambio, permitimos que amor gratuito de Dios nos llene y nos ensanche el corazón, y si dejamos que rebose espontáneamente donándolo a los demás, con todo nuestro ser, sin miedos, cálculos o condicionamientos, entonces crecemos en la libertad, y difundimos su buen perfume a nuestro alrededor.

Entonces, podemos preguntarnos: ¿soy una persona libre? ¿O me dijo aprisionar por los mitos del dinero, del poder y del éxito, sacrificándoles mi serenidad, mi paz y las de los demás? ¿Difundo, en los ambientes en los que vivo y trabajo, aire fresco de libertad, de sinceridad, de espontaneidad?

Que la Virgen María nos ayude a vivir y a amar como Jesús nos enseñó, en la libertad de los hijos de Dios (Cfr. Rm 8,15.20-23).”

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Palabras del Papa Francisco tras el rezo del Ángelus

“Pasado mañana, en Jordania, tendrá lugar una conferencia internacional sobre la situación humanitaria en Gaza, convocada por el rey de Jordania, el presidente de Egipto y el secretario general de las Naciones Unidas. Les agradezco esta importante iniciativa y, al mismo tiempo, animo a la comunidad internacional a que actúe urgentemente, con todos los medios necesarios, para socorrer a la población de Gaza, exhausta a causa de la guerra. Las ayudas humanitarias han de poder llegar a quien las necesita, y nadie debe impedirlo.

Ayer se celebró el 10° aniversario de la Invocación por la paz en el Vaticano, en la que estuvieron presentes el presidente de Israel, el recordado Shimon Peres, y el de Palestina, Abu Mazen. Aquel encuentro testimonia que es posible darse la mano, y que para hacer la paz hace falta valentía, mucha más valentía que para hacer la guerra. Por tanto, animo las negociaciones en curso entre las partes, aunque no son fáciles, y deseo que las propuestas de paz, para el alto el fuego en todos los frentes y para la liberación de los rehenes, sean aceptadas inmediatamente, por el bien de los palestinos y de los israelíes.

Y no olvidemos al atormentado pueblo ucraniano, que cuanto más sufre, más anhela la paz. Saludo a este grupo ucraniano con las banderas que está allí. ¡Estamos con vosotros! Es un deseo, el de la paz; por eso, apoyo todos los esfuerzos que se realizan para que se pueda construir la paz cuanto antes, con la ayuda internacional. Y no nos olvidemos de Myanmar.

Los saludo a ustedes, romanos y peregrinos de muchos países, en especial a los docentes del instituto ‘San Juan Pablo II’ de Kyiv (Ucrania), a quienes animo en su misión educativa en este tiempo tan difícil y doloroso. Saludo a los profesores y a los alumnos de la escuela diocesana ‘Cardenal Cisneros’ de la diócesis de Sigüenza- Guadalajara, en España; así como a los fieles de Assemini (Cagliari), a los niños de la escuela ‘Giovanni Prati’ de Padua y a los chicos de la parroquia de Sant’Ireneo de Roma.

Renuevo mi saludo a los cantores que han venido a Roma desde todas las partes del mundo para participar en el cuarto Encuentro Internacional de las Corales. Queridos, con su canto pueden siempre dar gloria a Dios y transmitir la alegría del Evangelio.

Les deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”