El 15 de Agosto de 2024 ha tenido lugar un singular e histórico momento del Sínodo de los Jóvenes, en la conmemoración de la Solemnidad de la Asunción de Virgen María, la celebración eucarística se realizó en la Basílica del Colle Don Bosco en su capilla inferior, fue presidida por S.E.R. Cardenal Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de la Congregación, concelebraron muchos salesianos provenientes de todo el mundo.

La homilía estuvo a cargo del Padre Jose Lorbeth quien centró la reflexión en la búsqueda universal de la felicidad, misma que a menudo .explicó- lleva a las personas a buscar la realización en la riqueza material y el éxito personal.

Él salesiano enfatizó que sólo en Dios se encuentra la verdadera felicidad, verdad vívidamente ejemplificada por la fiesta de la Asunción. de María al Cielo, que –destacó- nos recuerda que la felicidad última nos espera en la presencia de Dios por la eternidad.

Lorbeth invitó a los jóvenes a considerar como ‘fugaz’ a la satisfacción que a menudo brindan los logros mundanos. Compartió de los Juegos Olímpicos como los medallistas de bronce resultaron ser las más felices entre los ganadores, no porque hubieran alcanzado la cumbre del éxito, sino porque estaban contentos con lo que habían logrado. Los medallistas de plata, por el contrario a menudo dejaban un sentido de insatisfacción de no haber alcanzado el oro. Destacó que el éxito material y los reconocimientos no garantizan la felicidad; ésta –enfatizó- se encuentra en la aceptación del plan de Dios y en la búsqueda de la voluntad divina.

Destacó que la vida de María fue un continuo "sí" a la voluntad de Dios, una elección hecha incluso ante las dificultades y la incertidumbre. Su Asunción es un privilegio que se le concedió gracias a su fe inquebrantable y su completo abandono al plan de Dios. Lo que nos recuerda a todos que el paraíso es la recompensa para aquellos que eligen a Dios como fuente última de felicidad.

Durante el ofertorio se encomendó a los participantes escribir los obstáculos y temores que les impiden realizar sus sueños y vivir plenamente según la voluntad de Dios. Estas reflexiones escritas fueron luego ofrecidas a Jesús durante la Eucaristía, como acto de confianza y abandono para que Él las transforme en valentía.