Hoy la liturgia se centra en la persona de San Juan Bautista, considerado el último de los grandes profetas. El Evangelio de San Lucas dice “En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados.

Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. Todo mortal entonces verá la salvación de Dios”. (Cfr. Lc 3,1-6) (Fuentes: Vaticano y Biblia Latinoamericana).

Juan el Bautista, era judío, un ermitaño, vivía en el desierto, vestía piel de camello, comía langostas y miel silvestre, hacía penitencia y predicaba invitando a la conversión. Bautizaba en el río Jordán, era hijo del sacerdote Zacarías –sacerdote descendiente de la familia de Aarón- y de su esposa Isabel, prima de María de Nazaret, madre de Jesús, Juan era primo del Mesías (Cfr. Lucas, 1:67-79).

El Ángel del Señor anuncia el nacimiento de Juan Bautista (Lc. 1: 1-25)

“ Siendo Herodes rey de Judea, vivía allí un sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo sacerdotal de Abías, y su esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes. Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en practicar todos los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, pues Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada.

 Mientras Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor, le tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor para ofrecer el incienso. Cuando llegó la hora del incienso, toda la gente estaba orando afuera, en los patios. En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso. Zacarías se turbó al verlo y el temor se apoderó de él.

 Pero el ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan. Será para ti un gozo muy grande, y muchos más se alegrarán con su nacimiento, porque este hijo tuyo será un gran servidor del Señor. No beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. Por medio de él muchos hijos de Israel volverán al Señor, su Dios. El mismo abrirá el camino al Señor con el espíritu y el poder del profeta Elías, reconciliará a padres e hijos y llevará a los rebeldes a la sabiduría de los buenos. De este modo preparará al Señor un pueblo bien dispuesto.

 Zacarías dijo al ángel: ‘¿Quién me lo puede asegurar? Yo ya soy viejo y mi esposa también.’ El ángel contestó: ‘Yo soy Gabriel, el que tiene entrada al consejo de Dios, y he sido enviado para hablar contigo y comunicarte esta buena noticia. Mis palabras se cumplirán a su debido tiempo, pero tú, por no haber creído, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto ocurra.

El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaban que se demorase tanto en el Santuario. Cuando finalmente salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Intentaba comunicarse por señas, pues permanecía mudo.

Al terminar el tiempo de su servicio, Zacarías regresó a su casa, y poco después su esposa Isabel quedó embarazada. Durante cinco meses permaneció retirada, pensando: ‘¡Qué no ha hecho por mí el Señor! Es ahora cuando quiso liberarme de mi vergüenza.’

Después de la concepción de Jesús, la Virgen María visitó a Isabel, como lo narra el Evangelio de san Lucas (1,39-45) ambas estaban en cinta. María “…Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: ‘¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. 45 ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!’ (cfr. Lc 1,40-44)

Juan Bautista se presenta a sí mismo

Un día, a orillas del río Jordán, se produce el encuentro con el mismo Mesías que le pide ser bautizado él también. Es un bautismo de penitencia el que realiza Juan y que es figura del Bautismo según el Espíritu. “Yo los bautizo con agua para la conversión pero el que viene después de mí es más poderoso que yo y yo ni siquiera soy digno de desatar los lazos de sus sandalias. Y él los bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

Un día se encuentra a Jesús quien le pide bautizarlo, al hacerlo Dios se manifiesta revelando que “Era su Hijo muy amado”, después de este hecho Juan afirmaría “… mi alegría es completa. Él debe crecer y yo, en cambio, disminuir”. Había cumplido su misión.

Juan Bautista: Testigo de la verdad pierde la vida por intrigas en la corte de Herodes.

Juan Bautista es testigo de la verdad y por ello denuncia toda injusticia y escándalo que ofende a Dios por esto muere decapitado en prisión a manos de Herodes, quien por intrigas de la adultera Herodías, esposa de Felipe hermano que ahora se presentaba como la mujer del monarca. Juan, públicamente, y prácticamente a gritos había recordado a Herodes que no era lícito tomar a la mujer de su hermano.

Herodes, no se atrevía a tocar a Juan, pues reconocía en cierto grado que era hombre justo, a quién la gente seguía y respetaba. Pero su corazón torcido se dejó llevar por la trama siniestra que Herodías tejió, usando como instrumentos a su hija Salome, una danza, un banquete, y el capricho de pedir un regalo a cambio: la cabeza de aquel Gran Profeta. Combinado esto con un gobernante malévolo, quien pretendía que era mejor no romper su palabra, para no caer en vergüenza pública –algo ridículo si se compara con el escándalo por adulterio- y que eran justificante suficiente justificación para arrebatarle la vida al Bautista.

 

Juan el Bautista junto con la Virgen María son los dos santos cuya conmemoración se celebra el día que nacieron y no el día de su muerte, además de Jesús nuestro Salvador

Predicación de Juan

El tema principal de su predicación era “Arrepiéntanse, que está cerca el reinado de Dios” (Jn 3,2). La principal preocupación de Juan es el pecado que está corrompiendo al pueblo entero; por eso migra de la tierra prometida hacia el desierto, para predicar desde allí la conversión a Dios.

En este sentido, la tarea de Juan es clara: denunciar los pecados, llamar a los pecadores a la penitencia y ofrecer un bautismo de conversión y de perdón. Por eso lo llaman “bautista” es decir, el que bautiza. El evangelista Mateo nos lo recuerda: “Den frutos válidos de arrepentimiento y no se imaginen que les basta decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos de Abrahán. El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego” (Mt 8-10).

Juan el Bautista utiliza un lenguaje duro, habla del enojo de Dios que viene a cortar de raíz los árboles que no dan fruto. El Bautista, no muestra gestos de compasión ante los que sufren. Se queda en el desierto. Esto no significa que su predicación esté descalificada. De ninguna manera. Es más, sobre él Jesús dice: “Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y, sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él” (Mt 11,11).

Juan es el hombre y testigo fiel que, por esta fidelidad, enfrentó los poderes mundanos y les exhortó a reconocer su propio pecado. Este desafío al poder le costó la vida. El deja preparado todo para la acción de Jesús quien va más allá pues anuncia a un Dios Padre, cercano, bondadoso, compasivo, que perdona. La palabra de Jesús, además de la conversión, llama al amor fraterno, a la convivencia, a la justa relación, compasiva y misericordiosa.

Liturgia de la Palabra del 5 de Diciembre de 2021

PRIMERA LECTURA

Dios mostrará su grandeza.

Del libro del profeta Baruc: 5, 1-9

Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu grandeza a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia y gloria en la piedad".

Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales.

Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. Los bosques y los árboles fragantes le darán sombra por orden de Dios. Porque el Señor guiará a
Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia.

Talabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6.

R/. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R/.

Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!". Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R/.

Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. R/.

Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R/.

SEGUNDA LECTURA

Manténganse limpios e irreprochables para el día de Cristo.

De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 1, 4-6. 8-11

Hermanos: Siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer día hasta ahora.

Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.

Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y ésta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Lc 3, 4.6

R/. Aleluya, aleluya.

Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán la salvación de Dios. R/.

EVANGELIO

Todos verán la salvación de Dios.

Del santo Evangelio según san Lucas: 3, 1-6

En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.

Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Para la ceremonia de encendido del segundo cirio o vela del 2º Domingo pulse aquí para ir al ceremonial del Primer Domingo de Adviento (En la ceremonia Eucarística se recomienda encender el cirio o vela al principio de la liturgia).