El miércoles 8 de enero, dos días después de la fiesta de la Epifanía del Señor, la Audiencia General, que tuvo lugar en el Aula Pablo VI, se llevó a cabo en un entorno festivo especial, debido a un espectáculo circense muy propicio para la catequesis que el Santo Padre Francisco presentó en torno a la persona de los niños en su sufrimiento por hambre, desastres, enfermedades y guerras y como rendiremos cuenta a Dios del cuidado que les dediquemos, pues ellos ocupan un lugar privilegiado en su corazón (Fuentes: OPSS, Vatican News, Vatican Media y Dicasterio para la Comunicación).
Síntesis en español de la Catequesis del Santo Padre:
“Queridos hermanos y hermanas:
Deseo dedicar las dos primeras catequesis de este año a reflexionar sobre los niños. La Sagrada Escritura nos dice que los hijos son un don de Dios, pero también describe situaciones en que los niños no han sido amados ni respetados, llegando incluso a ser perseguidos y martirizados. Esta es una triste realidad que se sigue repitiendo hasta el día de hoy. Pensemos cuántos niños mueren a causa del hambre, de las catástrofes, de las enfermedades y de las guerras.
Siguiendo el ejemplo de Jesús, los cristianos no deberíamos permitir nunca que los niños sean maltratados, heridos o abandonados. Debemos prevenir y condenar con firmeza cualquier abuso que puedan sufrir. Quisiera destacar especialmente el flagelo del trabajo infantil, que borra las sonrisas y los sueños de los niños, e impide que desarrollen sus talentos. Los niños ocupan un lugar privilegiado en el corazón de Dios y, quien les haga daño, tendrá que rendirle cuentas a Él.”
Video Vatican News
Saludos del Santo Padre en Español:
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús por todos los niños y las niñas del mundo, para que, recibiendo y dando amor, puedan crecer en edad, en sabiduría y en gracia. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide.”
Primera de las dos Catequesis sobre los niños del Papa Francisco: Los más amados por el Padre.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Deseo dedicar esta y la próxima catequesis a los niños y reflexionar sobre la plaga del trabajo infantil.
Hoy sabemos mirar hacia Marte o hacia mundos virtuales, pero nos cuesta mirar a los ojos de un niño abandonado en los márgenes, que ha sido explotado y abusado. El siglo que genera inteligencia artificial y proyecta existencias multiplanetarias no ha lidiado aún con la plaga de la infancia humillada, explotada y herida de muerte. Pensemos sobre esto.
Primero que todo cuestionémonos: ¿Qué mensaje nos da la Sagrada Escritura sobre los niños? Es curioso notar cómo la palabra que aparece con más frecuencia en el Antiguo Testamento, después del nombre divino de Yahvé, es la palabra ben, que significa ‘hijo’: casi cinco mil veces. ‘He aquí que herencia del Señor son los hijos (ben), es su premio el fruto del vientre' (Sal 127,3). Los hijos son un regalo de Dios. Lamentablemente, este don no siempre es tratado con respeto. La Biblia misma nos conduce por las calles de la historia donde resuenan cantos de alegría, pero también se elevan los gritos de las víctimas. Por ejemplo, en el libro de las Lamentaciones leemos: ‘La lengua del lactante se pega al paladar por la sed; "los hijos pidieron pan, y no había nadie que se lo partiera" (4.4); Y el profeta Nahum, recordando lo que había sucedido en las antiguas ciudades de Tebas y Nínive, escribe: ‘Los niños eran abatidos en los cruces de todas las calles’ (3,10). Pensemos en cuántos niños mueren hoy de hambre y de penurias, o son destrozados por las bombas.
También el recién nacido Jesús es sometido inmediatamente a la tormenta de violencia de Herodes, que masacra a los niños de Belén. Un drama oscuro que se repite en otras formas en la historia. E aquí, para Jesús y sus padres, está la pesadilla de convertirse en refugiados en un país extranjero, como sucede también hoy a muchas personas (Cfr. Mt 2,13-18), a tantos niños. Pasada la tempestad, Jesús crece en un pueblo nunca mencionado en el Antiguo Testamento, Nazaret; aprende el oficio de carpintero de su padre legal, José (Cfr. Mc 6,3; Mt 13,55). Y ‘el niño crecía y se fortalecía, en sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él’ (Lc 2,40).
En su vida pública, Jesús iba predicando por los pueblos junto con sus discípulos. Un día se acercaron a Él algunas madres y le presentaron a sus hijos para que les bendijera; pero los discípulos les reprendieron. Entonces Jesús, rompiendo la tradición que consideraba al niño sólo como un objeto pasivo, llama a sus discípulos y les dice: ‘Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan; porque de quienes son como ellos es el Reino de Dios’. Y así señala a los niños como modelos para los adultos. Y agrega solemnemente: ‘En verdad les digo: el que no acoja el reino de Dios como lo acoge un niño, no entrará en él’ (Lc 18, 16-17).
En un pasaje similar, Jesús llama a un niño, lo coloca en medio de los discípulos y dice: ‘En verdad les digo que, si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. (Mt 18,3). Y después le advirtió: ‘Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar.’(Mt 18, 1-13). :6).
Hermanos y hermanas, los discípulos de Jesucristo nunca deben permitir que los niños sean desamparados o maltratados, que se les prive de sus derechos, que no sean amados ni protegidos. Los cristianos tienen el deber de prevenir con tesón y condenar con firmeza la violencia o el abuso contra sus menores.
Incluso hoy, en particular, hay demasiados niños obligados a trabajar. Pero un niño que no sonríe, un niño que no sueña, no podrá reconocer ni hacer florecer sus talentos. En todas partes de la tierra que hay niños explotados por una economía que no respeta la vida; una economía que, al hacerlo, quema nuestra mayor reserva de esperanza y amor. Mas los niños ocupan un lugar especial en el corazón de Dios, y cualquiera que haga daño a un niño tendrá que responder ante Él.
Queridos hermanos y hermanas, quienes se reconocen hijos de Dios, y especialmente quienes son enviados a llevar la buena noticia del Evangelio a los demás, no pueden permanecer indiferentes; no se puede aceptar que las hermanitas y hermanitos, en lugar de ser amados y protegidos, se les robe su infancia, sus sueños, víctimas de explotación y de la marginación.
Pedimos al Señor que abra la mente y el corazón al cuidado y a la ternura, y que cada niño y cada niña pueda crecer en edad, sabiduría y gracia (Cfr. Lc 2,52), recibiendo y dando amor. Gracias.”
Palabras finales del Santo Padre tras el saludo a los fieles italo parlantes
Agradezco mucho a estas mujeres y hombres que nos hicieron reír con el circo. El circo nos hace reír como niños. La gente del circo tiene esta misión, también aquí: hacernos reír y hacer cosas buenas. Muchas gracias a todos.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Adria y Alba Adriática y les animo a vivir plenamente el camino de fe en sus respectivas parroquias.
Les acojo con afecto a ustedes, estudiantes del Instituto Oriani de Faenza, exhortándoles a ser testigos conscientes de Cristo entre sus coetáneos.
Y saludamos al cardenal Gambetti que recuerda el 25 aniversario de su ordenación.
Mi pensamiento final lo dirijo a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. En estos días que siguen a la Epifanía, continuamos meditando sobre la manifestación de Jesús, el Cristo, a todos los pueblos. La Iglesia invita a todo bautizado, después de haber adorado la gloria de Dios en el Verbo hecho carne, a reflejar su luz con la propia vida.
Y no nos olvidemos de orar por la paz. No olvidemos a la atormentada Ucrania; No olvidemos Nazaret, Israel. No olvidemos a todos los países en guerra. Pidamos la paz. Y no olvidemos que la guerra es siempre, siempre una derrota.
El Señor les bendiga a todos.