El Santo Padre Francisco, desde la ventana de su estudio en el Palacio Vaticano, dirigió su comentario sobre las lecturas correspondientes a la Misa Dominical, a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Al referirse al Evangelio de San Lucas (Lc1 3, 1-9) el cual narra cómo los discípulos le informan a Jesús de unas trágicas muertes, y cómo los apóstoles relacionan esos hechos con el castigo de Dios, ellos esperan que Jesús les confirme aquella supuesta relación -que ellos concebían - entre la culpa y la gravedad de las muertes (Fuente: Vaticano y SSDSS).

En ese momento -explica el Papa- Jesús compara el momento trágico de crueldad de Pilatos, con otros graves eventos, y les hace notar que las desventuras muertes en el mundo no son provocadas por Dios, ni corresponden proporcionalmente a una mayor o menor gravedad de las faltas. Les presenta la parábola sobre la higuera que no da frutos, y el Papa aclara que Jesús, quiere ayudarles y hace un llamado a la conversión, nos llama a dejar el mal camino, mismo que nos hace perecer de forma semejante, y nos muestra que Dios no usa ni la violencia, ni la fuerza, sino que nos proporciona los medios necesarios para nuestra conversión y para hacer el bien, de modo que demos frutos

El Papa Francisco destacó, que igual sucede hoy cuando a la Pademia, causada por un virus; o la guerra causada por el hombre, se le quieren a atribuir a Dios, cuando en realidad 'Él no es culpable de nada', subrayó que no existe un dios despiadado y vengativo. Al contrario, Dios es un padre amoroso, cercano que siempre esta mirando por nosotros, compresivo, que no nos trata según nuestras faltas, sino que tiene paciencia para con nosotros, nos deja libres y nos procura, nos llama al cambio sabedor de los resultados graves que tiene en nosotros no hacer el Bien.

Dios Es un Padre y ve más nuestras posibilidades, que nuestros pecados. Por lo anterior el Papa desea llamarle 'el Dios que da otra posibilidad', y Cristo con la 'parábola de la Higuera sin frutos', nos muestra que la paciencia y misericordiosa son siempre su primera respuesta, Él nos enseña que siempre es posible el cambio para no caer, en la seducción del pecado. Por eso el Papa nos exhorta a acoger la palabra de Dios y convertirnos a, con apertura a la lógica del Evangelio pues donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder.

Además hizo una enérgica denuncia de la guerra cruel y sin sentido que azota a Ucrania y mata y hiere a su población civil, con acciones cada vez es más crueles y despiadadas, habló sobre el sacrificado trabajo de sacerdotes, que como buenos pastores se han quedado en aquella nación martirizada, atendiendo y dando esperanza a la población, como ejemplo mencionó a su Nuncio Apostólica en Kiev quien ha permanecido en la capital ucraniana, a los largo del conflicto, comentó que ha llamado a algunos de ellos para saber sobre su situación. Hizo un llamamiento a que la ayuda no se aminore, y que no se caiga en normalizar la violencia de a guerra. Con energía hizo una llamado a las naciones a parar esta guerra, que calificó como sacrílega porque va contra lo sagrado de la vida humana, hiriendo y quitando la vida a los niños, a madres y enfermos y que nada la justifica.

Hizo una invitación para el 25 de diciembre para una consagración especial de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María: «Invito a todas las comunidades y a todos los fieles a que se unan a mí el viernes 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, en un solemne Acto de consagración de la humanidad, especialmente de Rusia y Ucrania, al Corazón Inmaculado de María, para que ella, la Reina de la Paz, obtenga la paz para el mundo.»

 

Comentario del Papa a las lecturas del 3er Domingo de Cuaresma: llamado a la conversión.

'Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!

Estamos a mitad del camino cuaresmal, y hoy el Evangelio inicialmente presenta a Jesús que comenta algunos sucesos. Cuando aún seguía vivo el recuerdo de dieciocho personas muertas a causa del derrumbamiento de una torre, le cuentan que Pilato había ordenado matar a algunos galileos (cfr. Lc 13,1). Y se plantea una pregunta que parece acompañar estas trágicas noticias: ¿quién tiene la culpa de estos hechos terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las ha castigado? Estos son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?

Hemos de estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios. Y muchas veces la costumbre fea y mala de las blasfemias viene de ahí. ¡Cuántas veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia, sino que, por el contrario, ¡sufre por nosotros y con nosotros! De hecho, Jesús rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males: aquellas personas que Pilato mandó matar y las que murieron bajo la torre no eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y vengativo, que no existe. De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él 'no nos trata según nuestros pecados' (Sal 103,10), sino conforme a su misericordia. Es el estilo de Dios. No puede tratarnos de otro modo. Siempre nos trata con misericordia.

En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal. En este punto, el Señor ofrece la verdadera solución. ¿Cuál es? La conversión: 'Si no se convierten -dice- perecerán todos del mismo modo' (Lc 13,5). Se trata de una invitación apremiante, especialmente en este tiempo de Cuaresma. Acojámosla con el corazón abierto. Convirtámonos del mal, renunciemos a aquel pecado que nos seduce, abrámonos a la lógica del Evangelio: ¡porque donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder!

Jesús sabe que convertirse no es fácil, y quiere ayudarnos. Sabe que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y en los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizá, nos parece que nuestro esfuerzo por el bien es inútil en un mundo donde el mal parece reinar. Y entonces, después de su llamado, nos anima con una parábola que ilustra la paciencia que Dios. Debemos pensar en la paciencia de Dios, la paciencia que Dios tiene con nosotros. Jesús nos ofrece la consoladora imagen de una higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo dueño no la corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad. Me gusta pensar que un hermoso nombre de Dios sería 'el Dios que da otra posibilidad': siempre nos da otra oportunidad, siempre, siempre. Así es su misericordia. Así hace el Señor con nosotros: no nos aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de darnos confianza con ternura. Hermanos y hermanas, ¡Dios cree en nosotros! Dios se fía de nosotros y nos acompaña con paciencia, la paciencia de Dios con nosotros. No se desanima, sino que pone siempre esperanza en nosotros. Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro. Porque Dios está cerca, está a nuestro lado. Es el estilo de Dios, no lo olvidemos: cercanía; Él está cerca con misericordia y ternura. Así nos acompaña Dios, es cercano, misericordioso y tierno.

Pidamos, por tanto, a la Virgen María que nos infunda esperanza y valor, y que encienda en nosotros el deseo de conversión.'

 

Después del rezo del Ángelus el Papa hizo un llamado a parar una Guerra 'sacrilega' que martiriza a la población Ucraniana

"Queridos hermanos y hermanas:

No se detiene, lamentablemente, la violenta agresión contra Ucrania, una masacre insensata en la que todos los días se repiten estragos y atrocidades. ¡No existe justificación para esto! Suplico a todos los actores de la comunidad internacional que se esfuercen de verdad para hacer que cese esta guerra repugnante.

También esta semana, misiles y bombas se han abatido sobre: civiles, ancianos, niños y madres embarazadas. He ido a visitar a los niños heridos que están aquí en Roma: a uno le falta un brazo, otro está herido en la cabeza… Niños inocentes. Pienso en los millones de refugiados ucranios que deben huir dejando atrás todo, y siento un gran dolor por cuantos no tienen ni siquiera la posibilidad de escapar. Muchos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familiares, tantos niños y personas frágiles deben quedarse y morir bajo las bombas sin poder recibir ayuda y sin encontrar seguridad ni siquiera en los refugios antiaéreos. ¡Todo esto es inhumano! Aún más, ¡es también sacrílego, porque va contra la sacralidad de la vida humana, sobre todo contra la vida humana indefensa, que ha de ser respetada y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia! No lo olvidemos: ¡es una crueldad inhumana y sacrílega! Oremos en silencio por todos los que sufren.

Me consuela saber que a la población que se ha quedado bajo las bombas no le falta la cercanía de los Pastores, que en estos días trágicos están viviendo el Evangelio de la caridad y de la fraternidad. Estos días he hablado por teléfono con algunos de ellos: ¡qué cerca están del pueblo de Dios! ¡Gracias, queridos hermanos, queridas hermanas, por este testimonio y por la ayuda concreta que estáis ofreciendo con valentía a tanta gente desesperada! Pienso en el Nuncio Apostólico, recién nombrado, Mons. Visvaldas Kulbokas, que desde el inicio de la guerra se ha quedado en Kiev junto con sus colaboradores, y que con su presencia cada día me hace estar cerca del martirizado pueblo ucranio. Permanezcamos junto este pueblo, abracémoslo con afecto, con el compromiso concreto y con la oración. Y, por favor, ¡no nos acostumbremos a la guerra y a la violencia! No nos cansemos de acoger con generosidad, como ya se está haciendo: no solo ahora, en la emergencia, sino también en las semanas y los meses que vendrán. Porque vosotros sabéis que en el primer momento todos nos esforzamos por acoger, pero luego la costumbre nos enfría un poco el corazón y nos olvidamos. Pensemos en estas mujeres, en estos niños, que, con el tiempo, sin trabajo, separadas de sus maridos, serán asediadas por los 'buitres' de la sociedad. Protejámoslas, por favor.

Invito a todas las comunidades y a todos los fieles a que se unan a mí el viernes 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, en un solemne Acto de consagración de la humanidad, especialmente de Rusia y Ucrania, al Corazón Inmaculado de María, para que ella, la Reina de la Paz, obtenga la paz para el mundo.

Les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos venidos de Italia y de diversos países. En especial, saludo a los fieles de Madrid, al grupo internacional 'Ágora de los habitantes de la Tierra', a los médicos y los equipos de rescate del Servicio de Emergencia 118, a la Renovación Carismática Católica 'Charis' -que es el único movimiento oficialmente reconocido, 'Charis', no otros-, y a los miembros del movimiento de los Focolares. Saludo al Pequeño Coro del Antoniano de Bolonia con la banda de la Policía de Estado, al Coro 'Ensemble Vox Cordis' de Fornovo San Giovanni, al Coro 'San Vincenzo Grossi' de Pizzighettone, a los chicos de la profesión de fe de Angera, Sesto Calende y Ternate, a los peregrinos de la diócesis de Asti y a los fieles de Venecia y Sassari.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"