El pasado 1 de noviembre de 2022, el santo Padre salió a la ventana de su estudio en el palacio Vaticano para dirigir en el rezo del Ángelus, a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, a quienes dirigió un afectuoso saludo con motivos de la celebración solemnidad universal de “Todos Santos”

El Papa ofreció su comentario a fieles y peregrinos ahí reunidos, y con ellos a todo el mundo que recibe la señal del Vaticano, ya sea por los medios tradicionales o a través de las redes sociales. El Santo Padre, haciendo referencia al Evangelio de san Mateo (Cf. Mt 5,1-12), destacó que “Los santos son los verdaderos revolucionarios”, destacó como primer elemento que ellos son quienes trabajaron por la paz, misma que subrayó “hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia” (Fuentes: Vaticano, SPSS, Vatican Media y Dicasterio para la Comunicación).

En sus palabras después de rezo del Ángelus el Papa Francisco pidió orar por su viaje apostólico a Baréin que iniciará el 3 de noviembre y concluirá el próximo domingo 6.

Cabe destacar que felicitó la iniciativa apostólica y deportiva salesiana preparada para este día tan especial y dijo: “Me alegra acoger a los participantes de la Carrera de los Santos, promovida por la Fundación ‘Misiones Don Bosco’, para vivir en una dimensión de fiesta popular la festividad de Todos los Santos”.

Además, el sucesor de san Pedro pidió seguir orando por la martirizada Ucrania. Finalmente recordó que además de visitar las tumbas de los seres queridos que se nos han adelantado a Reino de Dios, debemos ofrecer la santa Misa de la celebración de Fieles Difuntos todos los que ya no están entre nosotros.

Comentario del Papa Francisco al Evangelio en la solemnidad de Todos Santos:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta, buenos días!

Hoy festejamos a todos los Santos y podríamos tener una impresión errónea: podríamos pensar que celebramos a aquellas hermanas y a aquellos hermanos que en vida han sido perfectos, siempre rectos, precisos, incluso ‘almidonados’. En cambio, el Evangelio de hoy desmiente esta versión estereotipada, esta ‘santidad de estampita’. De hecho, las Bienaventuranzas de Jesús (cf. Mt 5,1-12), que son el carné de identidad de los santos, muestran todo lo contrario: ¡hablan de una vida a contracorriente, de una vida revolucionaria! Los santos son los verdaderos revolucionarios.

Tomemos, por ejemplo, una bienaventuranza muy actual: ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz’ (v. 9), y veamos cómo la paz de Jesús es muy diferente de lo que imaginamos. Todos deseamos la paz, pero a menudo lo que nosotros queremos no es precisamente la paz, es estar en paz, que nos dejen en paz, no tener problemas, sino tranquilidad. Jesús, en cambio, no llama bienaventurados a los tranquilos, a aquellos que están en paz, sino a aquellos que construyen la paz y luchan por la paz, a los constructores, a los que trabajan por la paz.

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De hecho, la paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia. A nosotros nos gustaría que la paz lloviera de lo alto, y en cambio, la Biblia habla de la ‘semilla de paz’ (Za 8,12), porque germina del terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de justicia y de misericordia. Como nos muestran los testigos luminosos que festejamos hoy. Es más, tendemos a creer que la paz llega con la fuerza y la potencia: para Jesús es lo contrario. Su vida y la de los santos nos dicen que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, debe antes morir. La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada. Estaba viendo en el programa ‘A Sua Immagine’ [A su imagen], a tantos santos y santas que lucharon, hicieron la paz pero con el trabajo, dando la propia vida, ofreciendo la vida.

¿Cómo convertirse, entonces, en alguien que trabaja por la paz? Ante todo, es necesario desarmar el corazón. Sí, porque estamos todos pertrechados con pensamientos agresivos, uno contra otro, con palabras afiladas y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la indiferencia; y entre quejas e indiferencia nos defendemos, pero esto no es la paz, esto es la guerra. La semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón. ¿Cómo está tu corazón? ¿Está desmilitarizado o está con las quejas y la indiferencia, con la agresión? Y, ¿cómo se desmilitariza el corazón? Abriéndonos a Jesús, que es ‘nuestra paz’ (Ef 2,14); estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. Desde aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos, no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia.

Hermanos y hermanas, mirémonos dentro y preguntémonos: ¿Somos constructores de paz? ¿Allí donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que envenenan, polémicas que dividen? O ¿abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos de los que se encuentran en los márgenes, reparamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene? Esto se llama construir la paz.

Puede surgir una última pregunta, que vale para todas las bienaventuranzas: ¿Conviene vivir así? ¿No es una actitud de perdedor? Jesús nos da la respuesta: los que trabajan por la paz ‘serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5,9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más parecidos a Él. Pero, en realidad, también aquí, el que prevarica se queda con las manos vacías, mientras el que ama a todos y no hiere a nadie gana: como dice el Salmo, ‘el pacífico tendrá porvenir’ (cf. Sal 37,37).

Que la Virgen María, Reina de todos los santos, nos ayude a ser constructores de paz en la vida de cada día”

Palabras de Papa Francisco después del Ángelus

“Pasado mañana partiré para un Viaje apostólico al Reino de Baréin, donde permaneceré hasta el domingo. Ya desde ahora deseo saludar y dar las gracias de corazón al rey, a las autoridades, a los hermanos y a las hermanas en la fe y a toda la población del país, especialmente a quienes desde hace tiempo están trabajando en la preparación de esta visita. Será un Viaje caracterizado por el diálogo: participaré, de hecho, en un Fórum que se centrará en la imprescindible necesidad de que Oriente y Occidente se acerquen por el bien de la convivencia humana; tendré la oportunidad de conversar con representantes religiosos, en particular islámicos. Pido a todos que me acompañen con la oración, para que cada encuentro y cada evento sea una ocasión fructífera para sostener, en nombre de Dios, la causa de la fraternidad y de la paz, de la que nuestros tiempos tienen desesperada y urgente necesidad.

Les saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos llegados de Italia y de diferentes países. En particular, saludo a los fieles de Setúbal, en Portugal y a los adolescentes de la profesión de fe de Cassina de’ Pecchi, diócesis de Milán.

Me alegra acoger a los participantes de la Carrera de los Santos, promovida por la Fundación ‘Misiones Don Bosco’, para vivir en una dimensión de fiesta popular la festividad de Todos los Santos. ¡Gracias por su hermosa iniciativa y por su presencia!

Queridos hermanos y hermanas por favor, no nos olvidemos de la martirizada Ucrania: recemos por la paz, recemos para que en Ucrania haya paz.

El día de mañana está dedicado a la conmemoración de todos los fieles difuntos. Además de llevar a cabo la tradicional visita a las tumbas de nuestros seres queridos, invito a recordarlos en la oración de sufragio, especialmente durante la Santa Misa.

Les deseo a todos una feliz fiesta. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”