Tras vivir una experiencia el pasado 31 de enero de 2023, fiesta de Don Bosco de visitar a los muchachos infractores que atiende la iniciativa ’El patio detrás de las rejas’, el padre Ángel Fernández Artime, Rector Mayor remitió un emotivo mensaje sobre su encuentro con los jóvenes bajo custodia del Instituto Penitenciario de Menores (IPM) ‘Ferranti Aporti’, hecho que le hizo comprender mucho más –como él mismo explica- la relación singular que Don Bosco entabló con los chicos de la cárcel ‘ La Generala’, lugar que visitaba con San José Cafasso, y el cómo el Santo de los Jóvenes, percibió en ellos la posibilidad del cambio, de la bondad latente, lo cual lo impulso a buscar la salvación de sus almas.

BS 2023-03: Ayer entendí un poco más lo que pudo sentir Don Bosco

Fue ayer, un día después de la gran solemnidad de San Juan Bosco cuando viví una mañana muy especial. Tuve los permisos necesarios para acercarme al Instituto Penitenciario de Menores (IPM) ‘Ferranti Aporti’ en Turín. Para quienes conocemos los primeros años del joven sacerdote Juan Bosco sabemos lo que significó sus visitas a la cárcel llamada ‘La Generala’ acompañado de su maestro espiritual don Cafasso. Fue tan grande el impacto que tales visitas dejaron en su alma que prometió al Señor que haría todo lo posible para que los muchachos no llegaran a ese lugar. Así nació el oratorio y el sistema preventivo.

Pues bien, en ese mismo lugar estuve ayer con un grupo de jóvenes. Pisé la galería que tiene la arquitectura del tiempo de don Bosco. Es la misma, y está muy bien conservada. Allí hay una placa grande en una de las paredes que recuerda sus visitas a los jóvenes encarcelados.

Don Silvano, salesiano de Don Bosco y capellán del centro organizó todos los permisos y me estaba esperando. También estaban todos los novicios salesianos que, bajo la guía del maestro de noviciado, están viviendo este año de preparación a su primera profesión religiosa como salesiano de don Bosco. Ellos, ese grupo de 18 jóvenes van todas las semanas a encontrar a los jóvenes internos del Instituto Penitenciario, con una iniciativa que han llamado ’el patio detrás de las rejas’. Todos los ‘internos’ son mucho más jóvenes que los novicios que don Bosco tiene (¡me gusta decirlo así!). Y la gran mayoría no tienen familia cercana. Muy similar a lo que vivía don Bosco.

También estaban los educadores, las educadoras que acompañan el día a día de esos jóvenes. A mi llegada, varios de ellos estaban en el pasillo y otros en un salón que se usa para actividades artísticas. Saludé personalmente a cada uno. A quienes provenían del mundo árabe y musulmán los saludaba con su saludo habitual ‘salam malecum’ -aunque la expresión correcta en árabe es ‘As-Salaam alei-kum’ (La paz esté contigo). A la cual ellos me respondían también en árabe, como se hace usualmente, ‘malecum salam’. Igualmente saludé a algún otro joven europeo e italiano.

Les hablé de mí mismo, de mi origen y nacionalidad; les pregunté por la suya y algunos quisieron decírmela. Les pude decir lo que conocía del país de cada uno y cuando los visité. Y sentía que la comunicación era posible. Anteriormente los tres novicios habían representado teatralmente una pequeña escena de la vida de Don Bosco. Seguidamente me dieron la palabra y también dieron la oportunidad a que los jóvenes me hicieran tres o cuatro preguntas. Así fue. Me preguntaron quién era don Bosco para mí; por qué era salesiano; qué sentía al vivir lo que vivo y por qué había venido a visitarlos.

Respecto a esta última pregunta sí les dije que me habría gustado mucho más que en vez de haber venido yo a visitarlos, hubieran sido ellos quienes en otra situación hubieran estado en la tarde de ayer, fiesta de Don Bosco, celebrando en el patio un hermoso encuentro y compartiendo un poco de pizza. Les dije que esta vez no había sido posible, pero que nada impedía que pudiera ser más adelante.

Y después de estos diálogos, los educadores nos invitaron a todos a compartir el almuerzo: un trozo de pizza en una sala más grande. Ahí nos dirigimos todos, jóvenes, educadores, novicios, y los salesianos que con ellos estábamos. Nos hicimos varias fotografías porque así lo pedían esos muchachos (naturalmente para ‘uso interno’, para ellos como recuerdo); uno de los jóvenes me regaló una camiseta deportiva que había sido serigrafíada por él. Trabaja muy bien la serigrafía y me permití decirle que en esto tendría futuro, ya que es un campo que crece siempre.

Y en un momento, un joven me dijo si podía hacerme una pregunta que no quiso hacer en público. Le dije que sí, pero en ese momento me interrumpieron varias veces. Cuando lo busqué ya no estaba allí cerca. En cuanto me quedé libre lo busqué de nuevo con la mirada, lo reconocí, me acerqué a él y le dije si podía responder a su pregunta. Nos separamos un poco del gran grupo para dar a entender que no podían interrumpirnos y le hablé con sinceridad. Su pregunta había sido: ‘¿Para qué me sirve estar aquí?’ Le dije: creo con sinceridad que para nada y para mucho. Para nada porque la cárcel, el internamiento no puede ser meta ni lugar de llegada, sino de paso. Pero -añadí-, creo que te servirá para mucho porque te ayudará a decidir que aquí ya no quieres volver, que tienes posibilidades en otro futuro mejor, que después de unos meses aquí está la posibilidad de ir a alguna de las comunidades de acogida que nosotros los salesianos tenemos, como por ejemplo en Casale-Italia…

En cuanto dije eso el joven añadió, sin dejarme terminar: Yo quiero eso, yo necesito eso, porque he estado en el lugar equivocado y con gente equivocada. Le pregunté si me daba permiso para decirle al capellán que teníamos que movernos para pensar en el futuro para él y para otros y me dijo que sí. Así lo hice. Hablamos. Hablaron. Y me di cuenta de qué cierto es eso que don Bosco nos decía que en el corazón de cada joven siempre hay semillas de bondad. Ese joven, y otros muchos que conocí, son totalmente ‘recuperables’ si tiene la oportunidad justa, después de los errores cometidos.

Y entendí mejor que nunca lo que pudo sentir don Bosco, su joven y apasionado corazón al ver a aquellos jóvenes de la ‘Generala’ allí encerrados.

Saludé de nuevo a los jóvenes. Fui de uno en uno. Nos saludamos con mucha cordialidad. Sus miradas eran limpias, sus sonrisas era sonrisas de jóvenes golpeados por la vida, equivocados en algún momento, pero jóvenes llenos de vida. Percibí en los educadores un gran sentido vocacional. Me gustó.

Ya al final del tiempo establecido -puesto que estaba acordado- me despedí y uno se me acercó y me dijo: ¿Cuándo vuelves? Me conmoví. Le sonreí y le dije: la próxima vez que me inviten, aquí me tendrán y mientras tanto yo les espero, como don Bosco, en Valdocco.

Esto fue lo que viví ayer. Amigos y amigas del boletín salesiano, amigos y amigas del carisma de don Bosco, como ayer, también hoy es posible llegar al corazón de cada joven. Aún en las mayores dificultades, es posible mejorar, es posible cambiar para vivir honestamente. Don Bosco lo sabía y empeño en eso toda su vida.

Reciban mi cordial saludos y los mejores deseos.

P. Ángel Fernández Artime Rector Mayor