El pasado 4 de octubre de 2021, estando en Roma, fue llamado al jardín del Cielo el padre Angelo Botta, sacerdote y misionero salesiano, Inspector emérito en Ecuador y secretario de tres Rectores Mayores, quien falleció el Roma este lunes 4 de octubre, la Misa de su exequias fue celebrada en la ‘Basílica del Sacro Cuore’ en Roma (Fuente ANS).

El padre Ángel Botta nació en la ciudad italiana de Bérgamo el 9 de octubre de 1924. El 15 de septiembre de 1935 ingresó al aspirantado de Bagnolo-Piemonte (Cúneo), donde cursó sus estudios secundarios. A los 14 años pidió ser enviado a las misiones siendo destinado a Ecuador. Antes de terminar su año de noviciado, llegó a ese país en agosto de 1939 para continuar su año canónico de formación como novicio en Yanuncay. Ahí hizo su primera profesión el 21 de noviembre de 1940. Emitió su profesión perpetua el 21 de noviembre de 1946 en Guayaquil.

Fue ordenado sacerdote el 7 de julio 1951, en la ciudad de Quito.

1951: Se le destinó al Colegio Cristóbal Colón de Guayaquil, allí se ganó el aprecio, el cariño y la gratitud de alumnos y padres de familia, permaneció ahí 15 años

1966: Le fue confiada la dirección del Instituto Superior Salesiano de Quito, donde permaneció poco más de un año.

1967: 24 de agosto, es nombrado Inspector de la nueva Inspectoría de Cuenca, como sucesor del padre Aurelio Pischedda.

Sacerdote y salesiano integro el padre Botta llegó a Cuenca con su riqueza intelectual, capacidad de gestión, de pastor y vivencia del carisma y del sistema preventivo que impulsaban su celo apostólico.

Lleno de vitalidad aquella joven y esperanzadora provincia: trabajador incansable de solicitud paterna visitó todos los centros misioneros tratando de llevar una palabra de aliento a cada uno de los hermanos, cuidando de la disciplina religiosa y apoyando la labor pastoral del obispo.

Testigos de esta solicitud son las ‘Notas de viaje’ que escribió para el Boletín Salesiano y las numerosas circulares que llevaban orientación y guía a las comunidades de la Inspectoría.

Su preocupación por las vocaciones y su adecuada formación se plasmó en el nuevo aspirantado construido en el Yanuncay. Otra de sus líneas maestras de gobierno fue la cualificación del personal, siguiendo las indicaciones que le había dado el Rector Mayor.

Al terminar su período de Inspector, en 1973, se unificaron las Inspectorías de Quito y Cuenca. Durante los años 1974 a 1976 vuelve nuevamente al Colegio Cristóbal Colón, como Director. Su salud ya no era buena: debió someterse a una delicada operación del hígado. En febrero de 1976 partió para Roma como secretario del padre José V. Henríquez donde permaneció un año ayudando en los trabajos de secretaría del Capítulo General XXI.

Al terminar dicho Capítulo General, el nuevo Rector Mayor, Don Egidio Viganó, le pidió al Inspector del Ecuador, padre Carlos Valverde, ‘el gran regalo’ de cederle al padre Ángel Botta como su secretario particular.

Posteriormente ocupó hasta el 2008 este cargo con los Rectores Mayores, Juan Edmundo Vecchi y Pascual Chávez Villanueva.

A partir de 2013, por motivos de salud, fue acogido en la comunidad de la enfermería de la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) en Roma.

Entre tantas cosas dignas de mención de este gran salesiano hay que recordar su relación personal con la Beata María Troncatti, FMA, cuyo funeral celebró tras el lamentable accidente de avión que le costó la vida a la religiosa; y el reconocimiento que le otorgó en 1999 la República de Ecuador, por su servicio al país, concediéndole el título de Comendador.

El P. Angelo, en cada situación de la vida y misión educativa sacerdotal salesiana, ha sido testigo de una entrega total y convencida: en la disponibilidad a la obediencia y ante cada una de las diversas obediencias, muchas veces en primer plano, pero con humildad, sin querer sobresalir.

De su vida como salesiano, enteramente dedicada a los jóvenes, pasó a estar las 24 horas en los pocos metros cuadrados de una oficina; siempre con el horizonte mundial de la Congregación, como un compromiso responsable, en constante conexión y sinergia con la fuente espiritual.

Fue un discípulo de vida e historia, culturalmente abierto e informado, convencido, imprescindible y atractivo comunicador de la Palabra. En pocas palabras: un servidor bueno, fiel y emprendedor.