El 10 de mayo de 2023, se celebra el 139º aniversario de la ‘Carta de Roma’, epístola de Don Bosco a sus hijos los salesianos, con fecha del 10 de mayo de 1884 (Bosco y Leymone, 1884), dirigida desde Roma a la comunidad educativa de Valdocco, Turín, escrito que contiene diversos planteamientos relevantes educativo pastorales, especialmente dirigidos -en su momento- a los educadores religiosos consagrados que asistían a los chicos en los ambientes formativos durante el tiempo libre –recreos-, dentro de las obras y presencias salesianas de ese entonces, -con elementos aún vigentes en la actualidad-, es decir:

- Los principios educativos y formativos de amabilidad y cercanía, propios del carisma salesiano, heredados por su padre espiritual de los miembros de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales.

- Las razones de peso:

+ Hacer notar a los chicos que son amados.

+ El cómo hacer llevadero el estar entre los jóvenes y para aquellos el convivir con los ‘superiores’ religiosos.

+ Generar la cercanía, la cordialidad y confianza, sabiendo valorar lo que a los chicos gusta.

+ A partir de anterior hacer grato lo que es indispensable para una buena relación entre facilitador pedagógico y formando, para una sana, y conveniente educación civil y cristiana.

- Sugerencias pedagógicas, educativo-pastorales:

              + Estar entre los muchachos.

              + Apreciar lo que a ellos les gusta y les atrae.

              + La cercanía respetuosa, afable, familiar, paternal, proactiva y propositiva gustando como Jesús del saber hacerse uno más entre sus hermanos.

+ Asumiendo sus anhelos y mejores disposiciones para la vida en lo cotidiano.

+ En relación con el mundo en que nos tocó vivir y con Dios en quien cabe toda confianza.

+ Acogiendo con comprensión sus límites, retos y dificultades.

+ Mostrándoles sus dotes, oportunidades, destrezas, capacidades y oportunidades.

+ En un entorno si bien pedagógico y formal, a la vez pastoral, familiar, cercano y amable, incluso lúdico (quizás principalmente).

+ Donde reinen los valores de la compasión, la caridad y la relevancia de la religión, la razón con amabilidad pastoral y formativa.

+ Todo lo anterior tras la construcción de un proyecto de vida juvenil acorde a los principios Cristianos y de ciudadanía universales, respetuoso de sus derechos y convicciones.

+ Para lograr sus aspiraciones en esta vida y en la vida futura con Cristo, guiados de la mano de Santa María, Madre y Maestra, ejemplo de seguimiento de Cristo, concreto y tangible.

En sí la carta sintetiza y/o resume el sistema educativo de San Juan Bosco tal como él lo vivió, si bien no pretende ser una teorización –como el mismo santo educador lo expresaría en una visita a Francia-, representa los argumentos más sólidos históricamente conocidos que fueron dirigidos a sus hijos espirituales, discípulos y educadores.

Como quizás es sabido por muchos miembros de los grupos de la Familia Salesiana, Don Bosco dictó muchos de sus últimos documentos al padre Juan Bautista Leymone (1839-1916) (Lenti, 1990), quien hacía las veces de su secretario. Si bien el manuscrito esta firmado por el santo fundador (Bosco y Leymone, 1884, p. 7), Leymone recogió las experiencias educativas de nuestro santo, en un sumario-sencillo que acopio como breviario los principales elementos reunidos a lo largo de una vida dedicada a la juventud.

Inicialmente se consideró presentar un texto referente al reconocido sacerdote y escritor salesiano, padre Pedro Braido (1984), pero tras realizar una consulta directa en la Biblioteca Digital Salesiana [Salesian Digital Library] y a la carta original escrita por el padre Leymone, dictada a él por Don Bosco, (Bosco e Leymone, 1884a) se notaron algunas diferencias; más adelante se procuró acceder a la mejor versión posible de la carta, y posteriormente se consultó la digitalización realizada por el Archivo Central Salesiano [Archivio Salesiano Centrale] (Bosco e Leymone, 1884b) y de ahí se partió para realizar la siguiente traducción si bien sencilla, procuró concordancia con el documento de origen, para mayor claridad en algunas partes de texto se agrego ‘[Bosco]’ o ‘[Amigo]’ de acuerdo a la asignación que aparece el texto base.

Agustín Coca Roura SC, (Licencia CC 4.0 BY-NC-ND)

‘Roma, 10 de mayo de 1884.

Mis queridos hijos en Jesucristo.

Cerca o lejos siempre pienso en ustedes. Sólo uno es mi deseo: verles felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento, este deseo me llevó a escribirles esta carta. Siento, mis queridos amigos, el peso estar lejos de ustedes, de no verles y no escucharles, me causan un dolor como no pueden imaginar. Por lo tanto, me hubiera gustado escribirles estas líneas hace una semana, pero las continuas ocupaciones me lo impidieron. Sin embargo, aunque faltan algunos días para mi regreso, quiero anticipar mi retorno entre ustedes al menos por carta, no pudiendo hacerlo en persona. Son las palabras de quien les aman tiernamente en Jesucristo y tienen el deber de hablarles con la libertad de un padre. Me lo permitirán, ¿no es verdad? Y me prestarán atención y pondrán en práctica lo estoy por decirles.

He afirmado que son el único y continuo pensamiento de mi mente. Ahora por lo tanto, en una de las últimas noches, me había retirado a mi habitación, y mientras me preparaba a descansar, empecé a recitar las oraciones que me enseñó mi buena madre. En ese momento no sé si por ser presa del sueño o estando fuera de mi por alguna distracción, me pareció que se me presentaron dos de los antiguos jóvenes del Oratorio

Uno de estos dos se me acercó y me saludó afectuosamente y dijo: ¡Oh, D. Bosco! ¿Me conoce?

- Sé que te conozco: le respondí.

- ¿Y se acuerda todavía de mi? -agregó.

- De ti y de todos los otros. Tú eres Valfré y estuviste en el Oratorio antes de 1870.

- ¡Oiga! Continuó Valfré, ¿quiere ver a los jóvenes que estaban en el Oratorio en mi época?

- Sí, déjame verles, le respondí; esto me producirá gran placer.

Y Valfré me mostró a todos los jóvenes con el mismo semblante, altura y edad de aquel tiempo. Me pareció estar en el antiguo oratorio a la hora del recreó. Fue toda una escena llena la vida, todo en movimiento, todo en alegría. Quién corría, quién saltaba. Quien jugaba a la rana, quien a la bandera y a la pelota. En un lugar, un grupo de jóvenes permanecían pendientes a los labios de un sacerdote, el cual narraba una historia genial. En otro lugar, un clérigo en medio de otros jóvenes jugaba a volar en burro y a los ‘oficios’. Se cantaba y reía por todas partes y por doquier clérigos y sacerdotes, y en torno a ellos, los jóvenes se reían alegremente. Era evidente que entre los jóvenes y superiores reinaba la mayor cordialidad. Yo estaba encantado con aquel espectáculo. Y Valfré me dijo: - Vea: la familiaridad trae al amor, y el amor produce confianza en confesión y fuera de la confesión.

Esto es lo que abre los corazones y los jóvenes revelan todo sin temor a maestros, asistentes y superiores. Se vuelven francos en la confesión y fuera de la confesión y se prestan dóciles a todo lo que quiere mandar a aquel de quien seguramente serán amados.

En aquel instante se me acercó, mi otro antiguo alumno que tenía toda la barba blanca y me dijo:

 - ¿D. Bosco, quiere ahora conocer y ver a los jóvenes que están actualmente en el oratorio?

- Si, respondí yo; ¡Porque ya hace un mes que no les veo!

Me los señaló, vi el Oratorio y todos los que estaban en recreo. Pero no alcancé a escuchar gritos y cánticos, no podía ver ese movimiento, aquella vida como en la primera escena.

En los gestos y rostros de muchos de ustedes se leía cansancio, desgane, enojo y desconfianza, que hicieron penar a mi corazón. Vi y de hecho muchos que se congregaron, jugaron, y se entretuvieron con beata despreocupación, pero a otros, no pocos, los vi estando solos, apoyados en los pilares, cautivos de pensamientos desalentadores; y otros en las escaleras y en los pasillos o por encima de los balcones en el sector del jardín para escapar del recreo; otros andaban lentamente, en grupos hablando en voz baja entre ellos, lanzando a su alrededor miradas desconfiadas y maliciosas: incluso entre los que jugaron había algunos perezosos que manifestaban notoriamente cómo no encontraban el gusto en las diversiones. Rara vez se podían ver entre los jóvenes a los clérigos y a los sacerdotes. Varios jóvenes intentaron astutamente alejarse de los maestros y de los superiores; los superiores ya no eran el alma de los recreos

Yo entonces pregunte a mi amigo de barba blanca - ¿Te parecen mejores los jóvenes de ahora o los del pasado?

Me respondió: - El número de jóvenes buenos aún en el presente es muy grande en el Oratorio

[Bosco]-Pero ¿Por qué tanta diferencia entre los jóvenes de antaño y los jóvenes de ahora?

[Amigo]- La causa de tanta diversidad es que cierto número de jóvenes no tienen confianza en sus superiores. En la antigüedad, todos los corazones estaban abiertos a los superiores, a quienes los jóvenes amaban y obedecían prontamente. ¿Debo recordar aquí los hermosos años en los que Don Bosco podía pasar tiempo con nosotros continuamente? Fue un resplandor del paraíso, y no teníamos secretos para con Usted.

Pero ahora los superiores son considerados como superiores, y ya no como padres, hermanos y amigos; por eso son temidos y poco amados. Por tanto, si se quiere formar un solo corazón y una sola alma por amor a Jesús, es necesario romper la barrera fatal de la desconfianza, y sustituirla por la confianza cordial, para que la obediencia guíe al alumno como la madre guía a su pequeño hijito. Entonces regresarán al Oratorio la paz y la antigua alegría.

[Bosco] -Entonces, ¿Cómo hacer para romper esta barrera?

[Amigo] - A usted y a los suyos les digo; Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y asumió nuestra miseria. No rompió la caña ya resquebrajada, ni apago la vela humeante. E aquí a su modelo

- ¿Y a los jóvenes?

Que reconozcan cuánto sus superiores, maestros, asistentes trabajan y estudian por ellos, ya que si no fuera por su bien no los someterían a tantos sacrificios; que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los dictados de los demás porque la perfección no se encuentra en el mundo, sino que ésta sólo se encuentra en el cielo; que dejen de murmurar porque es justo lo que endurece su corazón; y sobre todo que traten de vivir en la paz de Dios.

Los que no tienen paz con Dios, no tienen paz consigo mismos, no tienen paz con los demás

[Bosco] -¿Me dices entonces que hay entre mis jóvenes aquí, quien no tienen paz con Dios?

[Amigo] -Ésa es la primera causa del mal humor, entre otras que sabes, que tienes que remediar, y que no hace falta que me expreses ahora. De hecho, sólo se lo digo a los que tienen secretos que guardar, si no a los que temen que estos secretos lleguen a conocerse, porque saben que la vergüenza y la desgracia revertirán sobre ellos. Al mismo tiempo, si el corazón no tiene la paz de Dios, se queda angustiado, inquieto, indiferente a la obediencia, por nada se irrita, le parece que todo anda mal, y por carecer de amor, juzga que los superiores no le aman.

[Bosco] - Y sin embargo, estimado, ¿No ves cuán frecuentes son las confesiones y las comuniones en el Oratorio?

[Amigo] - Es cierto que la frecuencia de las confesiones es mucha pero lo que falta radicalmente en muchos jóvenes que se confiesan está determinado en la estabilidad en las resoluciones. Se confiesan pero siempre de las mismas trivialidades, las mismas ocasiones, los mismos hábitos, la misma desobediencia, el mismo descuido de los deberes. Esto continúa durante meses y meses. Están con confesiones que valen poco o nada; por lo tanto, no traen paz, y si un joven fuera llamado en ese estado al tribunal de Dios, sería un asunto muy serio.

[Bosco] - ¿Y de estos hay muchos en el Oratorio?

[Amigo] - Pocos comparados con la gran cantidad de jóvenes que hay en la casa, ¡Mírelos! - Y me los señaló.

[Bosco] - Miré; y uno por uno vi a esos jóvenes Pero entre estos pocos vi cosas que afligieron profundamente mi corazón. No quiero ponerlas en el papel, pero cuando regrese quiero explicárselos a todos a quienes se refieren, aquí solo les digo que es tiempo de orar y tomar propósitos firmes; formulados no con palabras sino con hechos y demostrar que los Comollo, los Domingo Savio, los Besucco y los Saccardi [Ernesto Saccardi] aún viven entre nosotros.

Por último le pregunté a aquel amigo mío: - ¿Tienes algo más que decirme?

[Amigo] - Predique a todos pequeños y grandes que siempre recuerden que son hijos de la Santísima Virgen María Auxiliadora, que Ella misma los ha congregado para que sean hermanos y den gloria a Dios y a Ella con su buena conducta. Que recuerden que están en la víspera de la Fiesta, de su Santísima Madre y que con su ayuda ha de caer esa barrera de desconfianza que el demonio ha levantado entre jóvenes y Superiores, y de lo cual, los jóvenes están enterados, para ruina de ciertas almas.-

Mientras el amigo hablaba, poco a poco sentí surgir en mí un cansancio que me oprimía.

Finalmente, al no poder resistir más, me estremecí y volví en mí.

Me encontré de pie junto a la cama. Mis piernas estaban tan hinchadas y me dolían tanto que no podía estar inmóvil.

De acuerdo a la hora era tardísimo y aquí estaba yo, a un lado del lecho, decidido a escribirles, mis queridos hijos, si bien suspiro. Muchas otras cosas importantísimas he visto, -y que- me gustaría narrarles, más el tiempo y la veracidad no me lo permiten.

Y concluyo: ¿Saben lo que quiere de ustedes este pobre viejo que por sus queridos jóvenes ha gastado su vida? Nada más, excepto que, en la debida proporción, para que regresen los días felices del antiguo Oratorio. Los días del amor cristiano y de la confianza entre jóvenes y superiores; los días del Espíritu de condescendencia, y que se asumen por el amor de Jesús, hijos, unos hijos verdaderos, los otros; los días del corazón abierto con toda sencillez y franqueza; los días de la caridad y de la verdadera alegría para todos.

Necesito que me consuelen dejándome la esperanza y la promesa de que harán todo lo que deseo por el bien de sus almas. Ustedes no conocen suficientemente que fortuna que tendrá las de ustedes, si la suya fue admitida en el Oratorio, ¡Alabado se Dios! les aseguro, basta que un joven entre en una casa salesiana para que la Siempre Santísima Virgen lo ponga inmediatamente bajo su especial protección.

Así que pongamos todos de acuerdo: La casita de los que disponen, la casita de los que deben observancia (obediencia), que reine entre nosotros el Espíritu de San Francisco de Sales. Oh mis queridos hijitos, se avecina el tiempo en cual tendré que alejarme de ustedes y partiré hacia mi Eternidad; (nota del Secretario -Leymone-: En el momento oportuno Don Bosco suspendió el dictado; sus ojos se llenaron de lágrimas, no de resignación, sino de inefable ternura que brotaba de su mirada y del sonido de su voz. Después de unos instantes continuó)… por lo que deseo dejarles, clérigos, queridos jóvenes, por aquel camino del Señor en el que Él mismo les quiere. Con este fin, el Santo Padre a quien vi el viernes 9 de mayo, les mando de todo corazón su bendición. El día de la Fiesta de la Santísima Virgen María Auxiliadora me reuniré con ustedes a honrar la imagen de nuestra Amorosísima Madre. Quiero que esta gran fiesta se celebre con toda solemnidad y (el p. Lazzero y el p. Marchisio piensen en hacerlo) estar felices hasta en el refectorio (comedor). La fiesta de María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta eterna que todos juntos debemos celebrar un día en el paraíso.

Su afmo. amigo en J. C. [Jesucristo]

Sacerdote Juan Bosco [Sac. Gio Bosco]

Referencias

- Bonetti G. (1868). Vita del giovane Saccardi Ernesto. Torino, Italia: Tip. dell' Oratorio di S. Francesco di Sales [Archivo PDF digitalizado y editado por el Centro Studi Don Bosco]

- Bosco. (2004). Carta al Oratorio sobre el Espíritu de Familia (Carta De Roma). Roma: Salesian Digital Library. [Archivo PDF que integra 7 imágenes]

- Bosco, G. e Lemoyne G.B. [Escritor]. (1884a). Lettera da Roma 1884. Roma: Archivio Salesiano Centrale. [Archivo PDF, digitalización en 2013]. Disponible en: http://www.salesian.online/wp-content/uploads/2020/01/LETTERA-DA-ROMA.pdf

- Bosco, G. e Leymone G. B. [Escritor]. (1884b). Lettera Roma, 10 maggio 1884. Roma: Salesian Digital Library. [Archivo PDF que integra 7 imágenes JPG]

- Braido, P. (1984) La lettera di Don Bosco da Roma del 10 maggio 1884. In Ricerche Storiche Salesiane 3 (5), 295-374 p.p. Disponible en: http://www.salesian.online/wp-content/uploads/2019/02/3-Braido-La-lettera-di-Don-Bosco-da-Roma-dellO-maggio-1884.pdf

- Lenti, A. (1990, October 1st). Don Bosco’s Boswell: John Baptist Lemoyne-The Man and His Work. In Journal of Salesian Studies I(2). 1-46 pp. [Archivo PDF]