En Cali, Colombia se alza como refugio juvenil el ‘Centro Don Bosco’ ahí donde la guerra de guerrillas inició, allá por el año 1952, y que a lo largo de muchos conflictos armados, marcados por los secuestros, la venta de narcóticos, el reclutamiento forzado de niños y niñas, adolescentes y jóvenes, una serie de hechos lamentables en los que se perdieron miles de vidas inocentes, y junto con esto emergieron -aprovechando la debilidad de Gobierno- los cárteles de la droga.

Los salesianos atienden a niños, adolescentes y jóvenes, mujeres y varones, muchos de los cuales, desde su más tierna edad sólo han conocido la realidad de la guerrilla. Ellos y ellas encuentran un hogar en ese humilde centro salesiano de formación, que ha dispuestos procesos formales para su desarrollo y recuperación.

Al ser acogidos en el Centro Don Bosco de Cali, aquellos 'exguerrilleros 'con rostros aniñados, pero marcados por la dureza de la vida que han llegado, cambian incluso dibujando una sonrisa, y como primer paso simbólico, para asumir una nueva vida, a fin de establecer su nueva identidad y fincar un nuevo sentido de pertenencia, reciben una  camiseta, un nuevo uniforme de Don Bosco, junto con las herramientas para emprender el aprendizaje de la profesión que ellas o ellos han elegido.

Muchos de estos chicos y chicas, teniendo apenas 7 u 8 años, fueron apartados violentamente de sus familias, viéndose obligados, bajo diversas amenazas, a formar parte de presuntas ‘milicias populares’, cuyas acciones violaron flagrantemente los derechos de estos menores de edad, forzados en el adiestramiento del uso de la armas, en el combate, e incluso algunos fueron abusados, siendo obligados a tener relaciones sexuales con adultos.

El Centro Don Bosco resume una experiencia educativa, terapéutica-psicológica, pedagógica y espiritual de 20 años, cuyo fin es el acompañar a estos chicos y chicas a autodescubrirse, a reencontrarse consigo mismos, de modo que puedan asumir su verdadero lugar en la sociedad autodeterminándose.

Es un espacio de liberación personal, en donde reasumen el camino del alma y pueden reconstruir la fe pérdida, que les brinda recursos para que incluso encuentre algún sentido, aún de lo que han vivido, y logren asumir que por ‘oscuro que parezca el camino’, aún hay esperanzas y que no son responsables de lo que se les forzó a hacer. El Centro Salesiano de Cali, procura la privacidad de sus alumnos, su desarrollo se circunscribe a las instalaciones de este centro de formación, de modo que no sean revictimizados, ni forzados a regresar al pasado que dejaron y puedan asumir una profesión, un vida libre, sin el miedo a la venganza por parte de sus antiguos captores.

El acompañamiento es continuo, incluso se está con ellos al salir del albergue para realizar alguna actividad especial recreativa o educativa, aún para tareas o por razones ordinarias, cuentan con la presencia de un formador, además se procura una gran planificación en el diseño de sus procesos de desarrollo personal, en base a la pedagogía salesiana.

Durante la pandemia del Covid-19, las salidas, viajes, excursiones fueron suspendidas, pero lograron implementar un nuevo proceso de reintegración social con la manufactura de cubrebocas o mascarillas, utensilios sanitarios que se convirtieron en un necesidad general ante la pandemia, abriéndose así una camino más u opción de rehabilitación y profesionalización.

UNICEF calcula que en el mundo existen cerca de 300 mil niños que son obligados a participar como soldados en diversos grupos armados y milicias en el mundo. Tan sólo en Colombia de acuerdo al Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) de se reunieron 16,879 registros sobre el reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes, aún en tiempos en que se dieron los acuerdos de pacificación y el cese de agresiones de dicho país.