El miércoles 23 de agosto de 2023, en el aula Pablo VI del Vaticano, durante la Audiencia General Papa Francisco retomando el ciclo de reflexiones sobre la pasión por el anuncio del Evangelio, ‘el celo Evangélico’, centró su catequesis del día en la persona de la Virgen María de Guadalupe y su aparición a San Juan Diego en México (Fuente: Vaticano, SPSS, Vatican Media, Vatican News)

El santo Pontífice manifestó que la Virgen María anunció a Jesús siguiendo el camino de la ‘inculturación’, asumiendo legua y cultura de sus destinatarios. Afirmó que para Juan Diego no fue fácil ser mensajero de Madre de Dios y que muchas veces debemos “saber sufrir los males, con paciencia y y constancia, sin miedo a los conflictos”.

Antes de dar su bendición final, el Papa Francisco concluyó con su saludo y despedida en italiano, durante los cuales hizo un llamamiento a proseguir orando por Ucrania “tan duramente probada por la guerra” –afirmó el santo Padre- y por los ucranianos, a quienes encomendó a San Bartolomé cuya fiesta es mañana 24 de agosto.

Síntesis en español que dictó el Papa Francisco sobre su catequesis:

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos el ciclo de catequesis dedicadas al tema del celo apostólico. Hoy reflexionamos sobre la evangelización en el continente americano, y ahí tenemos un modelo excepcional: la Virgen de Guadalupe. En México -como en Lourdes y en Fátima- María se apareció a una persona humilde, sencilla, a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios. Ella anuncia a Jesús siguiendo el camino de la inculturación, es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifiesta a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón.

A Juan Diego no le fue fácil ser mensajero de la Virgen, tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos. Esto nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos. En esos momentos difíciles de conflictos, invoquemos a María, nuestra Madre, que siempre nos ayuda, nos alienta y nos guía hacia Dios.

Saludos en español que dirigió el Papa a la asamblea:

"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, pidamos al Señor que auxilie y que fortalezca especialmente a las madres y a las abuelas, que son las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y sus nietos. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias."

Video Vatican News

Catequesis General del Santo Padre (Traducida del italiano por el redactor)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro camino para redescubrir la pasión por el anuncio del Evangelio, para ver cómo el celo apostólico, esta pasión por el anuncio del Evangelio se ha desarrollado en la historia de la Iglesia, en este viaje miramos hoy a las Américas. Aquí la evangelización tiene una fuente siempre viva: Guadalupe. Es una fuente viva. ¡Los mexicanos están felices! Cierto, el Evangelio ya les había llegado antes de aquellas apariciones, pero lamentablemente también había ido acompañado de intereses mundanos. En lugar del camino de la inculturación, se tomó con demasiada frecuencia el camino apresurado de trasplantar e imponer modelos preconstituidos -europeos, por ejemplo-, sin respetar a las poblaciones indígenas. La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con hábitos de los autóctonos, habla su lengua, acoge y ama la cultura del lugar: María es la Madre y bajo su manto cada hijo encuentra un lugar. En ella, Dios se hizo carne, y a través de María, sigue encarnándose en la vida de los pueblos. La Virgen, en efecto, anuncia a Dios en la lengua más adecuada, que es la lengua materna. Y también a nosotros Nuestra Señora nos habla en lengua materna, aquella que entendemos bien. El Evangelio se transmite en la lengua materna. Y yo quisiera dar las gracias a tantas mamás y abuelas que la transmiten a sus hijos y nietos: la fe pasa con la vida, por eso las madres y las abuelas son las primeras anunciadoras. ¡Un aplauso a las mamás y abuelas! Y el Evangelio se comunica, como muestra María, con sencillez: Nuestra Señora elige siempre a los sencillos, en el cerro del Tepeyac en México como en Lourdes y en Fátima: hablándoles, les habla a cada uno, con un lenguaje apto para todos, con un lenguaje comprensible, como aquel de Jesús.

Detengámonos entonces en el testimonio de San Juan Diego, que es el mensajero, es el muchacho, es el indígena que recibió la revelación de María: el mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe. Era una persona humilde, un indio del pueblo: sobre él se posa la mirada de Dios, que ama hacer prodigios a través de los pequeños. Juan Diego había llegado a la fe ya adulto y casado. En diciembre de 1531 tenía unos 55 años. Mientras va de camino, ve sobre una colina a la Madre de Dios, que tiernamente lo llama, ¿Y cómo le llama la Virgen? "mi pequeño hijo amadísimo Juanito" (Nican Mopohua, 23).

Luego lo envía al Obispo para que le pida que le construyan un templo allí mismo, donde había aparecido. Juan Diego, humilde y disponible, va con la generosidad de su corazón puro, pero tiene que esperar mucho tiempo. Finalmente habla con el obispo, pero no le creen. A veces nosotros, los Obispos… Se encuentra de nuevo con la Virgen, quien lo consuela y le pide vuelva a intentarlo. El indio regresa junto al obispo y con gran dificultad lo encuentra, pero éste, después de haberlo escuchado, lo echa y envía hombres a seguirlo. He aquí el esfuerzo, la prueba del anuncio: no obstante el celo, llega lo imprevisto, a veces desde la misma Iglesia. Para anunciar, de hecho, no basta testimoniar el bien, es necesario saber soportar el mal. No olvidemos esto: es muy importante para anunciar el Evangelio, no basta testimoniar el bien, sino que es necesario saber soportar el mal. Un cristiano hace el bien, pero soporta el mal. Ambos van juntos, así es la vida. También hoy, en muchos lugares, para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas se necesita constancia y paciencia, es necesario no temer los conflictos, no perder el ánimo. Estoy pensando en un país donde los cristianos son perseguidos, porque son cristianos y no pueden practicar su religión bien y en paz. Juan Diego, desanimado, porque el Obispo lo estaba postergando, pide a Nuestra Señora que lo dispense y encargue a alguien más estimado y capaz que él, pero se le invita a perseverar. Siempre existe el riesgo de un cierto apaciguamiento en el anuncio: algo anda mal y uno retrocede, desanimado y quizás refugiándose en las propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones íntimas. Nuestra Señora, en cambio, mientras nos consuela, nos hace andar hacia adelante y así nos hace crecer, como una buena madre que, mientras sigue los pasos de su hijo, lo lanza a los desafíos del mundo.

Juan Diego, así animado, regresa donde el Obispo quien le pide una señal. Nuestra Señora se lo promete y lo consuela con estas palabras: ‘No se turbe tu rostro, tu corazón: […] ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre?’ (Ibíd., 118-119). Que bello es esto, Nuestra Señora muchas veces cuando estamos en la desolación, en la tristeza, en la dificultad, ella también nos lo dice a nosotros, en su corazón: ‘¿No estoy aquí yo que soy tu madre?’ Siempre cercana para consolarnos y darnos la fuerza para seguir adelante. Luego le pide que vaya a la cima seca de la colina a recoger algunas flores.

 

Es invierno pero, no obstante eso, Juan Diego encuentra unas hermosas, las mete en su manto y se las ofrece a la Madre de Dios, quien lo invita a llevarlas al Obispo como prueba. Él va, espera su turno con paciencia y finalmente, en presencia del Obispo, abre su tilma - que es aquello que usaba los indígenas para cubrirse- abre su tilma mostrando las flores y he aquí: en la tela del manto aparece la imagen de la Virgen, aquella extraordinaria y viva que conocemos nosotros, en cuyos ojos todavía están impresos los protagonistas de aquella época. Aquí está la sorpresa de Dios: cuando hay disponibilidad, cuando hay obediencia, Él puede hacer algo inesperado, en tiempos y en modos que no podemos prever. Y así se construyó el santuario solicitado por la Virgen y que hoy puede visitarse.

Juan Diego lo deja todo y, con permiso del Obispo, dedica su vida al santuario. Acoge a los peregrinos y los evangeliza. Esto es lo que sucede en los santuarios marianos, meta de peregrinajes y lugares de anuncio, donde todos se sienten como en casa -porque es la casa de la madre, es la casa de la madre- y sienten nostalgia del hogar, es decir, nostalgia del lugar donde está la Madre, el Cielo. Allí la fe se acoge de forma sencilla, la fe se acoge de forma genuina, de forma popular, y Nuestra Señora, como dijo a Juan Diego, escucha nuestro llanto y cura nuestras penas (Cf. Ibíd., 32). Aprendemos esto: cuando hay dificultades en la vida, acudimos a la Madre; y cuando la vida es feliz, acudimos a la Madre a compartir también esto. Necesitamos acudir a estos oasis de consolación y de misericordia, donde la fe se expresa en la lengua materna; donde las fatigas de la vida se depositan en los brazos Nuestra Señora y se vuelve a vivir con la paz en el corazón, tal vez con la paz de los niños.”

Últimos saludos y palabras del Papa Francisco en italiano (tras los demás saludos en otros idiomas) y llamamiento a orar por Ucrania.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Melizzano y a la unidad pastoral de Gallio, acompañados por el Arzobispo, Mons. Giampiero Gloder.

Dirijo ahora un pensamiento a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Que el ejemplo del apóstol san Bartolomé, cuya fiesta celebraremos mañana, les ayude a ser sinceros testigos de Jesús y a soportar con fe el sufrimiento, pensando en los que padecieron los apóstoles del Evangelio. A la intercesión de san Bartolomé encomendamos también a la querida Ucrania, tan duramente probada por la guerra. Hermanos y hermanas, oremos por nuestros hermanos y hermanas ucranianos: sufren mucho. ¡La guerra es cruel! Tantos niños desaparecidos, tantos muertos. ¡Oremos, por favor! No olvidemos a la maltrecha Ucrania. Hoy es una fecha significativa para su país.

Para todos ustedes mi bendición.”