A las 5 pm de este 30 de abril de 2025,-tiempo del Vaticano-, en la Capilla Papal de la Basílica de San Pedro se celebró la santa Misa del 5º día de los novendiales por el descanso eterno del Santo Padre Francisco, dicha concelebración fue presidida por el Emmo. Sr. Card. Leonardo Sandri, Vicedecano del Colegio Cardenalicio, el rito de consagración fue celebrado en latín (Fuentes: Vatican, OPSS, Vatican News y Vatican Media, Dicasterio para la Comunicación)

El Cardenal recordó en su homilía que el Nuevo Papa tendrá como misión guiarnos a lo que el Papa Francisco nos llamo en la bula de convocatoria al año Jubilar 2025, orientándonos hacia un sueño, donde se nos exhorta a prepararnos a celebrar en el 2033, los 2 mil años de la Redención realizada mediante la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús, y de la fundación de la Iglesia y celebración del inicio de nuestra Fe.

Homilía de Su Eminencia el Cardenal Leonardo Sandri

Venerables Hermanos Cardenales,

¡Hermanas y hermanos en el Señor!

1. ¡Cristo ha resucitado! Con mucha emoción aún, en una celebración del sufragio como la de los Novendiali, cantamos el Aleluya pascual, aquel canto que resonó en la voz del diácono “Nuntio vobis gaudium magnum quod est Alleluia”, también en esta Basílica que momentos antes de la Vigilia era visitada por el Santo Padre Francisco. De este modo pensamos que inconscientemente se disponía a cruzar otro Mar Rojo, otra noche que la Resurrección de Cristo nos permite llamar bienaventurada, aquella noche de la que se dice “et nox sicut dies illuminabitur” - y la noche será tan brillante como el día-.

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Dentro de unos días, el cardenal Protodiácono utilizará una fórmula similar, anunciando a la Iglesia y al mundo el ‘Gaudium magnum’ –grande gozo o alegría- de tener un nuevo Papa: es a partir de la experiencia pascual de Cristo que encuentra sentido el ministerio del Sucesor de Pedro, llamado en cada época a vivir las palabras que acabamos de escuchar en el Evangelio: ‘Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos’. Pedro confirma a los hermanos en la fe que el Crucificado es el Resucitado, el que Vive para siempre. La celebración de los Novendiales por el Pontífice difunto constituye, por parte de las diversas categorías y afiliaciones, la realización de un rito de sufragio cristiano: idealmente, también de este modo el Sucesor de Pedro nos convoca a confirmarnos, exactamente porque renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de la carne, en el perdón de los pecados, incluso los de un hombre convertido en Pontífice, y en la renovación de la conciencia de que la unidad de la historia de cada persona está en las manos de Dios.

2. Hoy son los Padres Cardenales quienes están llamados a participar en los Novendiales, casi una etapa central de este camino eclesial, reuniéndose en oración como Collegium –colegio- y encomendando al Señor a aquel del que fueron los primeros colaboradores y consejeros, o al menos intentaron serlo, en la Curia romana como en las diócesis del mundo. Idealmente, pero cada uno de nosotros, venerables hermanos, lleva consigo a las personas por las cuales y con las cuales está llamado a vivir su servicio: desde Tonga con las islas del Pacífico hasta las estepas de Mongolia, desde la antigua Persia con Teherán hasta el lugar de donde vino el anuncio de la salvación, Jerusalén, desde los lugares entonces florecientes de cristianismo y ahora sede de un pequeño rebaño, en algunos casos marcados por el martirio, como Marruecos y Argelia, por citar sólo algunas coordenadas de la geografía que el Santo Padre ha querido delinear en estos años convocando frecuentes Consistorios.

En todos estos lugares y continentes, como en esos espacios de conexión que son las sedes de la Secretaría de Estado y de la Curia Romana, como sucesores de los Apóstoles estamos llamados cada día a recordar y vivir con la conciencia de que “reinar es servir”, como el Maestro y Señor, que está entre nosotros como el que sirve. 3. Uno de los títulos que la tradición atribuye al Obispo de Roma es de hecho el Servus Servorum Dei - Siervo de los Siervos de Dios-, amado por san Gregorio Magno desde que era sólo diácono, para recordarnos esta verdad constante: la liturgia nos lo recuerda en signos externos, cuando en las celebraciones más solemnes vestimos la túnica bajo la casulla, recordatorio de nuestro deber de permanecer siempre diáconos, es decir, servidores. Lo experimentó el Papa Francisco, eligiendo lugares diversos de sufrimiento y de soledad para realizar el lavatorio de los pies durante la Santa Misa in Coena Domini –en la cena del Señor- , pero también arrodillándose y besando los pies de los líderes de Sudán del Sur, implorando el don de la paz, con el mismo estilo considerado escandaloso por muchos, pero fuertemente evangélico, con el que San Pablo VI el 4 de diciembre de hace cincuenta años en la Capilla Sixtina se arrodilló y besó los pies de Melitón, Metropolitano de Calcedonia. La tradición de la Iglesia, queridos hermanos cardenales, nos divide en tres órdenes: obispos, presbíteros y diáconos, pero todos estamos llamados a servir, dando testimonio del Evangelio ‘usque ad effusionem sanguinis’ -hasta el derramamiento de sangre-, como juramos el día de nuestra creación cardenalicia y como lo significa la púrpura que vestimos, ofreciéndonos, colegial e individualmente, como primeros colaboradores del Sucesor del bienaventurado apóstol Pedro.

4. La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos sitúa justo a las afueras del Cenáculo de Jerusalén, donde están reunidos los judíos provenientes de todas las naciones bajo el cielo. Es Pedro quien toma la palabra para justificar lo sucedido: los apóstoles no están ebrios y no hablan demasiado, es más, precisamente porque están impregnados de esa sobria ‘ebrietas’ del Espíritu, como la llamará después la literatura patrística, pueden hacerse entender incluso por pueblos diversos, cada uno en su propia lengua. Es significativo que esta lectura haya sido elegida en los Novendiales: ciertamente se refiere al apóstol Pedro, siendo su primer discurso, pero el contexto es el de Pentecostés que acababa de ocurrir. La referencia temporal que indica Lucas es que “mientras llegaba el día de Pentecostés”. ¿Qué significa este cumplimiento? Es al mismo tiempo llegar a un final, llegar a la plenitud y, por tanto, iniciar un nuevo inicio. El evangelista utiliza aquí el mismo verbo que había empleado en el capítulo 9 del Evangelio, cuando después de la transfiguración, bajando del monte, ‘cuando se cumplieron los días de su asunción arriba’, Jesús endureció el rostro mientras se dirigía hacia Jerusalén, donde se cumplirían las Escrituras referentes a él, como luego recordó a los discípulos perdidos en el camino de Emaús. Tras el vértice de la Transfiguración, el camino hacia el cumplimiento de las profecías de la Pascua en Jerusalén; Después de Pascua la espera del Espíritu en Pentecostés, con la plenitud del don del Espíritu el inicio de la Iglesia. Estamos viviendo el paso entre la conclusión de la vida del Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, y el cumplimiento de la promesa para que con la nueva efusión del Espíritu la Iglesia de Cristo pueda continuar su camino entre los hombres con un nuevo Pastor. Pero ¿qué profecía se cumple en Pentecostés? Aquella que la perícopa litúrgica omitió pero que fue tan querida y tantas veces citada por el Papa Francisco, está contenida en el tercer capítulo de Joel: ‘Derramaré mi Espíritu sobre todos; sus hijos y sus hijas profetizarán, sus jóvenes verán visiones, sus ancianos soñarán sueños... el que invoque el nombre del Señor se salvará’.

Nuestro querido Santo Padre amaba repetirlo para hablar del encuentro y del diálogo entre las generaciones, de la necesidad de que los ancianos cuenten sus sueños a los jóvenes, y al mismo tiempo que estos últimos, con su energía y su visión, sepan traducirlos con la ayuda de Dios en la realidad. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces, ni florecimiento sin nuevos brotes. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía; y siempre encuentro. En cierto modo, el Papa Francisco deja también esta palabra al Colegio Cardenalicio, compuesto por jóvenes y mayores, donde todos pueden dejarse enseñar por Dios, intuir el sueño que Él tiene para su Iglesia y tratar de realizarlo con joven y renovado entusiasmo.

5. En la Bula de Indicación del Jubileo, el Papa Francisco indicó una visión, un sueño para el que ya debemos prepararnos y que será confiado al nuevo Pontífice: ‘Este Año Santo guiará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en 2033, de hecho, celebraremos los dos mil años de la Redención realizada mediante la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Nos encontramos, pues, ante un camino marcado por grandes etapas, en el que la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que camina con celo en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza (Cf. 1 Tes 1,3). Espiritualmente, todos nos convertiremos en peregrinos por los caminos de Tierra Santa, a Jerusalén, para proclamar al mundo desde el Santo Sepulcro -con la esperanza de poder hacerlo con todos los hermanos y hermanas que han sido consagrados por un solo bautismo-: ‘¡El Señor verdaderamente ha resucitado y se ha aparecido a Simón!».

6. Señor, te confiamos a tu siervo, el Papa Francisco, para que lo llenes ahora de alegría en tu presencia, y te pedimos la gracia de realizar su visión de una Iglesia que proclame el misterio de Cristo, crucificado y resucitado. María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, intercede con tus oraciones por aquel que tanto quiso fijar en ti su mirada amorosa y ahora descansa en la Basílica dedicada a ti. Así sea.

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