A las 10 am, del miércoles 20 de agosto de 2025, en el Aula Pablo VI del Vaticano, tuvo lugar La Audiencia General como siempre presidida por el Santo Padre León XIV, ahí saludo y se reunió diversos grupos de peregrinos y fieles, tanto de Italia y del resto del mundo.

En su predicación en italiano, el Papa, retomó el ciclo de catequesis con motivo del Año Jubilar, “Jesucristo, nuestra esperanza”, él centró su meditación en el tema del Perdón partiendo del Evangelio de San Juan “Los amó hasta el extremo” (Jn 13,2). En esta meditación el Santo Padre ha destacado que Jesús, con el gesto sencillo y humilde de ofrecer el pan a Judas Iscariote se da todo, se abre al amor, aún ante la traición, deja al otro la libertad, desgraciadamente aquel que fuera su apóstol no lo pudo comprender, sin embargo Jesús nunca se deja vencer por el mal, “Cristo permanece fiel hasta el fin, y por eso su amor es más fuerte que el odio” afirmó León XIV.
Tras resumir su catequesis y predicar su reflexión en francés, inglés, alemán, Italiano, español, chino, portugués, árabe y polaco, el Santo Padre también dirigió un saludo a los fieles presentes en esos mismos idiomas.
Para concluir la Audiencia General el Sucesor de San Pedro hizo un llamamiento para que el próximo 22 de agosto, Solemnidad de la Virgen María como Reina de Cielo, se dedicado al ayuno y la oración para que cese la guerra en el mundo y se retome el camino de la paz. El Obispo de Roma invocó la intercesión de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz.
Al estar en el exterior del recinto el Pontífice se detuvo a saludar a los peregrinos que no alcanzaron lugar en el Aula Pablo VI, y que estaban congregados en el patio Petriano y en el interior de la Basílica Vaticana.
Síntesis en español de la Catequesis del Papa:
"Queridos hermanos y hermanas:
Reflexionamos hoy sobre el amor y el perdón que manifiesta Jesús en vísperas de su Pasión. Se trata de un amor que se entrega hasta el fin, y de una actitud de perdón que no se detiene frente al rechazo, la traición o la ingratitud de sus discípulos. En vez de acusar o defenderse, Jesús sigue amando y perdonando: lava los pies de los suyos, comparte la cena con ellos, moja un bocado y lo da. En estos gestos sencillos y humildes Jesús nos enseña a amar y a perdonar hasta el extremo.
El perdón que nos enseña Jesús no espera el arrepentimiento del que ofende, sino que se ofrece primero, como don gratuito, aun antes de ser acogido. No es olvido ni debilidad, sino la capacidad de dejar libres a los demás. De ese modo, el perdón se revela en todo su poder y muestra el rostro concreto de la esperanza. Perdonar no significa negar el mal, sino impedir que las tinieblas a las que conduce se sigan extendiendo, y regresar a la luz del bien. El perdón libera y devuelve la paz.
Saludos en español del Papa León XIV a la asamblea:
"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Saludo a las monjas benedictinas del Monasterio Nuestra Señora de la Expectación, de Cuenca. Pidamos al Señor la gracia de saber amar y perdonar a la medida de su Corazón. Que no cedamos al mal ni al resentimiento, sino que abramos nuestros corazones a la salvación que Él nos ofrece. Que Dios los bendiga. Muchas gracias."
Video Vatican News
Ciclo de Catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, Nuestra Esperanza. III. La Pascua de Jesús. 3. El Perdón.’Los amó hasta el extremo’ (Jn 13,2) (Traducción del original en Italiano por la redacción)
“Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre uno de los gestos más conmovedores y luminosos del Evangelio: el momento en que Jesús, durante la Última Cena, ofrece un bocado de pan a quien está a punto de traicionarlo. No es solo un gesto de compartir; es mucho más: es el último intento del amor por no rendirse.
San Juan, con su profunda sensibilidad espiritual, nos describe así ese instante: ‘Durante la cena, cuando el diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo traicionara [...] Jesús, sabiendo que había llegado su hora [...] los amó hasta el extremo’ (Jn 13,1-2). Amar hasta el extremo: esta es la clave para comprender el corazón de Cristo. Un amor que no se detiene ante el rechazo, la desilusión ni la ingratitud.
Jesús conoce la hora, pero no la soporta: la elige. Es él quien reconoce el momento en que su amor deberá pasar a través de la herida más dolorosa, la de la traición. Y en lugar de retirarse, de acusar, de defenderse... continua amando: lava los pies, moja el pan y lo ofrece.
‘A aquel a quien yo le entregue el bocado que moje’ (Jn 13,26). Con este gesto sencillo y humilde, Jesús lleva adelante y lo a la plenitud su amor. No porque ignore lo que sucede, sino precisamente porque ve con claridad. Ha comprendido que la libertad del otro, aún cuando se ha perdido en el mal, puede alcanzarse con la luz de un gesto de dulzura. Porque sabe que el verdadero perdón no espera el arrepentimiento, sino que se ofrece primero, como un don gratuito, incluso antes de ser recibido.
Judas, por desgracia, no lo comprende. Después del bocado -dice el Evangelio- ‘Satanás entró en él’ (v. 27). Este pasaje nos impacta: como si el mal, hasta entonces oculto, se manifestara después de que el amor hubiera mostrado su rostro más indefenso. Y precisamente por eso, hermanos y hermanas, aquel bocado es nuestra salvación: porque nos dice que Dios hace todo -absolutamente todo- para alcanzarnos, incluso en el momento en que lo rechazamos.
Es aquí donde el perdón se revela con todo su poder y manifiesta el rostro concreto de la esperanza. No es olvido, no es debilidad. Es la capacidad de dejar al otro libre, amándolo hasta el final. El amor de Jesús no niega la verdad del dolor, pero no permite que el mal tenga la última palabra. Este es el misterio que Jesús realiza por nosotros, en el que también nosotros, a veces, estamos llamados a participar.
Cuántas relaciones se rompen, cuántas historias se complican, cuántas palabras no dichas quedan en suspenso. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que siempre hay un modo de continuar amando, incluso cuando todo parece irremediablemente comprometido. Perdonar no significa negar el mal, sino evitar que genere más mal. No es decir que no pasó nada, sino hacer todo lo posible para evitar que el rencor decida el futuro.
Cuando Judas sale de la habitación, ‘era de noche’ (v. 30). Pero inmediatamente después, Jesús dice: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre’ (v. 31). La noche sigue ahí, pero una luz ya ha comenzado a brillar. Y brilla porque Cristo permanece fiel hasta el fin, y por eso su amor es más fuerte que el odio.
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros experimentamos noches dolorosas y agotadoras. Noches del alma, noches de desilusión, noches en las que alguien nos ha herido o traicionado. En esos momentos, la tentación es encerrarnos, protegernos, devolver el golpe. Pero el Señor nos muestra la esperanza que existe; siempre hay otro camino. Nos enseña que podemos ofrecer un pequeño bocado incluso a quienes nos dan la espalda. Que podemos responder con el silencio de la confianza. Y que podemos avanzar con dignidad, sin renunciar al amor.
Pidamos hoy la gracia de saber perdonar, incluso cuando nos sentimos incomprendidos, incluso cuando nos sentimos abandonados. Porque es precisamente en esos momentos cuando el amor puede alcanzar su cima. Como nos enseña Jesús, amar significa dejar al otro libre -incluso para traicionar- sin dejar nunca de creer que incluso esa libertad, herida y perdida, puede ser arrancada del engaño de la oscuridad y devolverla a la luz del bien.
Cuando la luz del perdón logra filtrarse en lo más profundo del corazón, comprendemos que no es nunca inútil. Aunque el otro no lo acoja, aunque parezca vano, el perdón libera a quien lo da: disuelve el resentimiento, restituye la paz y nos devuelve a nosotros mismos.
Jesús, con el sencillo gesto de ofrecer pan, muestra que cada traición puede convertirse en una oportunidad de salvación, si se elige como espacio para un amor más grande. No se deja vencer por el mal, sino que lo vence con el bien, impidiendo que apague lo más auténtico de nosotros: la capacidad de amar."
Llamamiento al ayuno y la oración por la Paz en el Mundo
El próximo viernes 22 de agosto celebraremos la memoria de la Santísima Virgen María, Reina del Cielo. María es la Madre de los creyentes aquí en la tierra y también es invocada como Reina de la Paz. Mientras nuestra tierra continúa herida por las guerras en Tierra Santa, Ucrania y muchas otras regiones del mundo, invito a todos los fieles a dedicar el 22 de agosto a ayuno y oración, implorando al Señor que nos conceda paz y justicia y que enjugue las lágrimas de quienes sufren a causa de los conflictos armados en curso.
Que María, Reina de la Paz, interceda para que las personas encuentren el camino de la paz.
Dejo una cálida bienvenida a los peregrinos de habla italiana. En particular, saludo a las familias religiosas presentes, a quienes animo a dar testimonio con celo apostólico de sus respectivos carismas para el bien de la Iglesia.
Saludo también a los grupos parroquiales, instándolos a responder con generosidad a la invitación del Señor a ser alegres anunciadores del Evangelio de la salvación.
Finalmente, pienso en los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy celebramos la festividad de San Bernardo de Claraval, gran Doctor de la Iglesia y sublime cantor de la Virgen. Fue un hombre que inspiró paz a su alrededor, mostrando cómo vivir el Evangelio. Que su ejemplo los guíe en su camino diario.
¡Mi bendición para todos!
(Fuentes: OPSS, Vatican Media, Vatican News, Dicasterio para la Comunicación)




