Hoy iniciamos la Cuaresma, tiempo litúrgico y camino penitencial y de conversión, en que toda la Iglesia durante 40 días y 40 noches a partir de este miércoles 2 de marzo de 2022, se prepara caminado junco con Jesús en el desierto rumbo a la celebración de la Pascua de Resurrección, concluye con el Domingo de Ramos, día en el cual se inicia la Semana Santa espacio privilegiado en el que conmemoramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y que es el preámbulo para conmemorar su Pasión, Muerte y Resurrección (Fuente: Vaticano y SPSS).

El Papa ante el escenario de la guerra que estamos presenciando, en la homilía del Miércoles de Ceniza y leída por su Secretario de Estado el Cardenal Parolin ha señalado que hoy se tiende mucho al disparate, a la ilusión y espejismo de buscar máxima satisfacción, que es al fin y la cabo un espejismo:

Cardenal Parolin durante la imposición de la ceniza

La inquietud y el descontento están siempre a la vuelta de la esquina para aquellos cuyo horizonte es la mundanidad, que seduce, pero luego decepciona. Los que buscan la recompensa del mundo nunca encuentran la paz, ni saben tampoco cómo promoverla. Esto se debe a que pierden de vista al Padre y a sus hermanos y hermanas.”

Junto con el Papa Francisco, la Iglesia, la Pastoral Juvenil Salesiana nos han convocado y exhortado a dedicarnos a la penitencia a través de ayuno y oración con la intención muy especial de pedir por el fin de la guerra, de rogar por la Paz en Ucrania que sufre el ataque injustificado, contra su soberanía en desigualdad de fuerza y la perdida de vidas inocentes. Para pedir por Rusia por su pueblo amante de la paz, y para que sus líderes se desistan de la locura del conflicto armado y del control del poder por la fuerza, y busquen sensatamente caminos diplomáticos y racionales, fundamentados en dialogo contractivo de la paz, para de resolver sus conflictos, de modo que no se violen los derechos humanos tanto de civiles como de militares.

Pidamos para que se evite la inútil e injustificada perdida de vidas humanas, el sufrimiento de los inocentes y prevalezca la justicia, la concordia y el respeto entre las naciones, esto muy especialmente después que la humanidad ha pasado por dos años de prueba a causa de la Pandemia y que la solidaridad lograda no se pierda, sino que se vea reforzada con el deseo unánime de procurar el bien del prójimo.

Del mismo modo para pedir por los fallecidos tanto por causa de la pandemia, como por los decesos de civiles, niños, madres, padres, ancianos, personal de la salud, de soldados tanto ucranianos como rusos, pues todos ellos y sus familias sufren ahora la pena de su partida.

Al mismo tiempo oramos por los desplazados y emigrantes, por los desposeídos, por quienes en el anhelo de una vida sin enfermedades o pestes, ni guerras, ni hambre o muerte sin sentido, huyen de la violencia para que sean acogidos por hombres y mujeres de buena voluntad, por naciones hermanas que les abran sus fronteras y les reciban como un hermano o hermana más, como hija o hijo. Pidamos por los jefes de las naciones para que no se centren en la venganza o en el deseo del control y/o el poder, sino en el legítimo desempeño del gobierno a partir de servicio y la búsqueda de bien común y la protección de los más débiles.

La cuaresma nos prepara con el signo penitencial de la ceniza, que indica el deseo de arrepentimiento, la conversión y la aceptación de la Buena Nueva de la salvación en Jesucristo nuestro Señor que es anunciada por los Evangelios.

Hoy al imponernos la ceniza y al escuchar las frases “Arrepiente y cree en el Evangelio” o “en polvo eres y en polvo te convertirás”, la Iglesia nos llama a caminar con Jesús para prepararnos a través del ayuno, la oración a resistir, al mal, al maligno, y al igual que Cristo, enviado por el Dios Padre a salvarnos de la ataduras del pecado, seamos fortalecidos por el Espíritu Santo, haciéndonos capaces de acoger en el corazón sus palabras, de meditarlas en él, y le sigamos con el ánimo de hacer la voluntad de Dios, de ser signos y portadores, del su mensaje de salvación y de amor a niños, adolescentes y jóvenes, a las familias, a padre y madres, a los solteros, a adultos y mayores, en especial a los más pobres y necesitados.

Video Vatican News

Santa Misa, Bendición e Imposición de la Ceniza en el Vaticano

Este 2 de marzo, si bien el Santo Padre Francisco estuvo presente en la Audiencia General, no ha presidido la ceremonia del Miércoles Ceniza, liturgia que marca el inicio de la Cuaresma. En su representación lo hizo el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, él encabezó la procesión penitencial, cuyo recorrido fue realizado a modo de ‘estaciones’, la cual partió de la Iglesia de San Anselmo a las 16:30 horas -tiempo de Roma-, hacia la Basílica de Santa Sabina, en la que Parolín presidió la Santa Misa a las 17:00 hrs, y la bendición e imposición de la ceniza, signo penitencial del camino cuaresmal rumbo a las Pascua .

En la iglesia de San Anselmo, tuvo lugar un momento de oración, al que siguió la procesión penitencial hasta la Basílica de Santa Sabina. Han participado Cardenales, Arzobispos, Obispos del Roma y otras diócesis así como los hermanos de la Orden de san Benito de la comunidad de Casa de San Anselmo, los padres Dominicos de Santa Sabina y fieles laicos.

Concluida la procesión, en Santa Sabina el Cardenal Parolin dio inició a la Solemne Misa de apertura al tiempo cuaresmal y celebro el rito de bendición e imposición de la ceniza.

La después de la proclamación del Santo Evangelio el Secretario de Estado Vaticano dio lectura a la homilía que fue redactada y preparada por el Papa Francisco, en su nombre se dirigió a la asamblea y concelebrantes ahí reunidos, y al Pueblo de Dios:

Homilía del Santo Padre:

En este día, que abre el tiempo de Cuaresma, el Señor nos dice 'Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo' (Mt 6,1). Puede sorprender, pero en el Evangelio de hoy la palabra que más se repite es recompensa (cf. vv. 1.2.5.16). Normalmente, en el Miércoles de Ceniza nuestra atención se centra en el compromiso que requiere el camino de fe, más que en la recompensa a la que conduce. Sin embargo, hoy el discurso de Jesús vuelve siempre a este término, la recompensa, que parece ser el resorte principal de nuestra acción. De hecho, hay en nosotros, en nuestro corazón, una sed, un deseo de alcanzar una recompensa, que nos atrae e impulsa todo lo que hacemos.

Sin embargo, el Señor distingue entre dos tipos de recompensa a la que puede aspirar la vida de una persona; por un lado, está la recompensa del Padre y, por otro, la recompensa de los hombres. La primera es eterna, es la verdadera y definitiva recompensa, el propósito de la vida. La segunda, en cambio, es transitoria, es un disparate al que tendemos cuando la admiración de los hombres y el éxito mundano son lo más importante para nosotros, la mayor gratificación. Pero es una ilusión, es como un espejismo que, una vez alcanzado, nos deja con las manos vacías. La inquietud y el descontento están siempre a la vuelta de la esquina para aquellos cuyo horizonte es la mundanidad, que seduce, pero luego decepciona. Los que buscan la recompensa del mundo nunca encuentran la paz, ni saben tampoco cómo promoverla. Esto se debe a que pierden de vista al Padre y a sus hermanos y hermanas. Es un riesgo que todos corremos, por eso Jesús nos advierte: 'Tengan cuidado'. Es como si nos dijera: 'Tienen la posibilidad de disfrutar de una recompensa infinita, una recompensa sin parangón: tengan cuidado, pues, de no dejarse deslumbrar por las apariencias, persiguiendo recompensas baratas, que se desvanecen en vuestras manos'.

El rito de la ceniza, que recibimos sobre la cabeza, tiene por objeto salvarnos del error de anteponer la recompensa de los hombres a la recompensa del Padre. Este signo austero, que nos lleva a reflexionar sobre la caducidad de nuestra condición humana, es como una medicina amarga pero eficaz para curar la enfermedad de la apariencia. Es una enfermedad espiritual, que esclaviza a la persona, llevándola a depender de la admiración de los demás. Es una verdadera 'esclavitud de los ojos y de la mente' (cf. Ef 6,6; Col 3,22), que lleva a vivir bajo el signo de la vanagloria, de modo que lo que cuenta no es la limpieza del corazón, sino la admiración de la gente; no la mirada de Dios sobre nosotros, sino cómo nos miran los demás. Y no se puede vivir bien contentándose con esta recompensa.

El problema es que esta enfermedad de la apariencia socava incluso los ámbitos más sagrados. Y es sobre esto en lo que Jesús insiste hoy. Incluso la oración, la caridad y el ayuno pueden volverse autorreferenciales. En cada gesto, inclusive en el más bello, puede esconderse la carcoma de la autosatisfacción. Entonces el corazón no es completamente libre porque no busca el amor al Padre y a los hermanos, sino la aprobación humana, el aplauso de la gente, la propia gloria. Y todo puede convertirse en una especie de fingimiento ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. Por eso la Palabra de Dios nos invita a mirar dentro de nosotros mismos, para ver nuestras hipocresías. Hagamos un diagnóstico de las apariencias que buscamos; tratemos de desenmascararlas. Nos hará bien.

La ceniza saca a la luz la nada que se esconde detrás de la búsqueda frenética de recompensas mundanas. Nos recuerdan que la mundanidad es como el polvo, que un poco de viento es suficiente para llevársela. Hermanas, hermanos, no estamos en este mundo para perseguir el viento; nuestros corazones tienen sed de eternidad. La Cuaresma es un tiempo que el Señor nos da para volver a la vida, para curarnos interiormente y caminar hacia la Pascua, hacia lo que permanece, hacia la recompensa del Padre. Es un camino de curación. No para cambiar todo de la noche a la mañana, sino para vivir cada día con un espíritu nuevo, con un estilo diferente. Este es el propósito de la oración, la caridad y el ayuno. Purificados por la ceniza cuaresmal, purificados de la hipocresía de las apariencias, recobran toda su fuerza y regeneran una relación viva con Dios, con los hermanos y consigo mismos.

La oración humilde, hecha 'en lo secreto' (Mt 6,6), en el recogimiento de la propia habitación, se convierte en el secreto para hacer que la vida florezca hacia afuera. Es un cálido diálogo de afecto y confianza, que reconforta y abre el corazón. Especialmente en este período de Cuaresma, oremos mirando el Crucifijo: dejémonos invadir por la conmovedora ternura de Dios y pongamos en sus llagas nuestras heridas y las del mundo. No nos dejemos llevar por la prisa, estemos en silencio ante Él. Redescubramos la fecunda esencialidad del diálogo íntimo con el Señor. Porque a Dios no le gustan las cosas ostentosas, sino que le gusta dejarse encontrar en lo secreto. Es 'el secreto del amor', lejos de toda ostentación y de tonos llamativos.

Si la oración es verdadera, sólo puede traducirse en caridad. Y la caridad nos libera de la peor esclavitud, la de nosotros mismos. La caridad cuaresmal, purificada por la ceniza, nos devuelve a lo esencial, a la íntima alegría de dar. La limosna, hecha sin llamar la atención de los demás, da paz y esperanza al corazón. Nos revela la belleza del dar que se convierte en un recibir y así nos permite descubrir un valioso secreto: 'La felicidad está más en dar que en recibir' (Hch 20,35).

Por último, el ayuno. No es una dieta, sino que más bien nos libera de la autorreferencialidad de la búsqueda obsesiva de bienestar físico, para ayudarnos a mantener en forma no el cuerpo sino el espíritu. El ayuno nos reconduce a darle a las cosas su valor correcto. En concreto, nos recuerda que la vida no debe estar sujeta a la escena pasajera de este mundo. El ayuno no debe limitarse sólo a la comida; en Cuaresma debemos ayunar, sobre todo, de lo que nos hace dependientes; que cada uno reflexione sobre esto, para hacer un ayuno que realmente tenga un impacto en la vida concreta de cada uno.

Pero si la oración, la caridad y el ayuno deben madurar en secreto, sus efectos sin embargo no son secretos. La oración, la caridad y el ayuno no son medicamentos sólo para nosotros, sino para todos; de hecho, pueden cambiar la historia. En primer lugar, porque quien experimenta sus efectos, casi sin darse cuenta, los transmite a los demás; y, sobre todo, porque la oración, la caridad y el ayuno son las principales vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo. Son las armas del espíritu, y es con ellas que, en esta jornada de oración y ayuno por Ucrania, imploramos a Dios esa paz que los hombres solos no pueden construir.

Oh Señor, tú que ves en lo secreto y nos recompensas más allá de todas nuestras expectativas, escucha las oraciones de todos los que confían en ti, especialmente de los más humildes, de los más probados, de los que sufren y huyen bajo el estruendo de las armas. Devuelve la paz a nuestros corazones, da de nuevo tu paz a nuestros días. Amén.”

 Calendario de Cuaresma y Semana Santa 2022

Inicio: hoy 2 de marzo, con el Miércoles de Ceniza, marca el camino de preparación, ayuno, meditación de la palabra, empeño en las obras de caridad y de piedad, así como arrepentimiento y conversión para vivir como verdaderos cristianos la Semana Santa 2022.

Es un periodo de 40 días, para estar con Cristo Jesús,  quien antes de iniciar su vida pública y predicación, pasó en el desierto un periodo de penitencia, oración y preparación, privándose de todo –Él que no tenía faltas lo hizo por el mundo entero- de modo que enfrentó las tentaciones del ‘enemigo’, superando sus insinuaciones con la interpretación verdadera de la Palabra de Dios en Él encarnada.

Con cada domingo las lecturas del evangelio nos narraran el camino del pueblo de Dios y la historia de la Salvación y las fechas son:

1er Domingo de Cuaresma: 6 de marzo.

2º Domingo de Cuaresma: 13 de marzo.

3er Domingo de Cuaresma: 20 de marzo.

4º Domingo de Cuaresma: 27 de marzo.

5º Domingo de Cuaresma: 3 de abril.

Concluye la Cuaresma 2022 con el Domingo de Ramos el 10 de abril, con lo que se abrirá el período de la semana mayor o Semana Santa 2022 , en que recordaremos de la Pasión del Señor Jesús, conmemorando al mismo tiempo su entrada triunfal a Jerusalén.

El Jueves Santo será 14 de abril: conmemorando que Jesús Instituyó la Eucaristía durante la Última Cena; establecimiento al mismo tiempo el Sacerdocio Ministerial, recordaremos el rito del lavatorio de pies, testimonio de Cristo del servicio y momento que revelará el mandamiento del amor cristiano.

El Viernes Santo: 15 de abril, día de oración reflexión en que se nos invita a acompañar y participar de la Pasión y Muerte de Jesús, momento de su gran sacrificio para dar muerte en sí mismo al pecado del mundo, es una jornada de ayuno y abstinencia, en que se reza en procesión el Viacrucis, es meditando, orando y acompañando a Jesús, camino al Calvario. Sin duda será un momento para reflexionar sobre la enfermedad, la Pandemia y la necesidad del amor de Dios, equidad, la justicia y la Paz en el mundo.

El Sábado Santo se conmemorará el 16 de abril: será el paso de la tiniebla a luz, de las víspera Pascual en que pediremos que la Luz de Cristo ilumine al mundo.

El Domingo de Resurrección se celebrará el 17 de abril: Es la Fiesta de la Pascua, la Iglesia entera con expresiones de gozo, alegría y gratitud, recuerda el asombro de los discípulos y seguidores de Jesús al saber y enterarse de que el Hijo de Dios Resucitó.

A partir del 17 de abril concluye Semana Santa e inicia el tiempo de Pascua, que durará 50 días, y que concluirá con la Solemnidad de Pentecostés, el domingo 5 de junio.

Además tendremos en ese período solemnidades relevantes para el Pueblo de Dios

La Fiesta de la Divina Misericordia: 24 de abril, a la cual nos debemos preparar con el novenario en que se reza con la coronilla que la santa Sor Faustina Kowalska lego a la Iglesia, Fiesta Instituida por el Papa San Juan Pablo II, a solicitud expresa de Jesús a la religiosa polaca.

Fiesta de Jesús Buen Pastor: 8 de mayo.

Solemnidad de la Ascensión del Señor: 29 de mayo entre otras.

En su cuenta de Twitter™ el santo padre ha dicho hoy: “Hoy entramos en el tiempo de Cuaresma. Nuestra oración y el ayuno serán una súplica por la paz en Ucrania, recordándonos que la paz en el mundo comienza siempre con nuestra conversión personal en el seguimiento de Cristo. Papa Francisco”