El 14 de mayo de 2023, al medio día del 6º domingo de Pascua, el Santo Padre ha ofrecido su reflexión-comentario Bíblico acerca de las lecturas del Evangelio de San Juan (Jn 14,15-17) a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Ha explicado como nuestro Salvador tras padecer y Resucitar, nos deja clara la acción del Espíritu Santo como protector y guía de la Iglesia hasta que Él regrese, le llama “Paráclito”, que nos confiere pera “esté” entre nosotros (Fuente: Vaticano, SPSS, Vatican Media, Vatican News y Dicasterio para la Comunicación).

El Santo Padre además explica que tras resucitar Jesús tendrá que a partir, pero nos adelanta que dejará a un protector, a una presencia “estable”, que morará entre nosotros que es perdón y fuerza el Espíritu Santo, quien si bien es exigente es buen amigo de alma, seguro protector, que corrige y forma, dulce huésped del alma que nos hace compañía aguardando la segunda venida de Jesús, además el Paráclito abogado, enseña, inspira y hace recordar todo lo que Jesús no ha dicho, nos consuela y nos prepara para el gran día del encuentro con Dios.

En sus palabras tras el rezo del Ángelus, el Papa Francisco nos ha pedido orar por el cese de las agresiones entre Israelita y Palestinos.

Comentario del Santo Padre sobre el Evangelio Dominical

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy, sexto domingo de Pascua, nos habla del Espíritu Santo, que Jesús llama Paráclito (cfr. Jn 14,15-17). Paráclito es una palabra que proviene del griego, y que significa al mismo tiempo el que consuela y abogado. El Espíritu Santo nunca nos deja solos, sexto domingo de Pascua Recordemos que el gran acusador es siempre el diablo, que pone dentro de uno el deseo del pecado, los pecados, la maldad. Reflexionemos sobre estos dos aspectos: su cercanía y su ayuda contra quien nos acusa.

Su cercanía: el Espíritu Santo, dice Jesús, ‘permanece con ustedes y estará en ustedes’ (cfr. v. 17). No nos abandona nunca. El Espíritu Santo quiere quedarse con nosotros: no es un huésped de paso que viene a hacernos una visita de cortesía. Es un compañero de vida, una presencia estable, es Espíritu y desea morar en nuestro espíritu. Es paciente y está con nosotros también cuando caemos. Se queda porque nos ama de verdad, no finge querernos para luego dejarnos solos en medio de las dificultades. No, es leal, es transparente, es auténtico.

Es más, sin nos encontramos en una situación de prueba, el Espíritu Santo nos consuela, trayéndonos el perdón y la fuerza de Dios. Y cuando nos pone ante nuestros errores y nos corrige, lo hace con suavidad: en su voz, que habla al corazón, están siempre presentes el timbre de la ternura y el calor del amor. Cierto, el Espíritu Paráclito es exigente, porque es un verdadero amigo, fiel, que no esconde nada, que nos sugiere qué cambiar y cómo crecer. Pero cuando nos corrige jamás nos humilla y nunca infunde desánimo; por el contrario, nos transmite la certeza de que con Dios podemos lograrlo, siempre. Esta es su cercanía. ¡Es una hermosa certeza!

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 Segundo aspecto, el Espíritu Paráclito es nuestro abogado, nos defiende. Nos defiende de quien nos acusa: de nosotros mismos cuando no nos queremos y no nos perdonamos, llegando quizá incluso a decirnos que somos unos fracasados buenos para nada; del mundo, que descarta a quien no responde a sus esquemas y sus modelos; del diablo, que es el ‘acusador’ por excelencia (cfr. Ap 12,10) y el que divide, y que hace todo lo posible para que nos sintamos incapaces e infelices.

Ante todos estos pensamientos acusatorios, el Espíritu Santo nos sugiere cómo responder. ¿De qué modo? El Paráclito, dice Jesús, es Aquel que nos enseña y nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho (cfr. Jn 14,26). Él nos recuerda las palabras del Evangelio, y nos permite así responder al diablo acusador no con palabras nuestras, sino con las palabras mismas del Señor. Sobre todo, nos recuerda que Jesús hablaba siempre del Padre que está en los cielos, que nos lo ha dado a conocer y nos ha revelado su amor por nosotros, que somos sus hijos. Si invocamos al Espíritu, aprenderemos a acoger y recordar la realidad más importante de la vida. ¿Y cuál es esta realidad más importante de la vida? Que somos hijos amados de Dios. Somos hijos amados de Dios: esta es la realidad más importante, y el Espíritu Santo nos la recuerda.

Hermanos y hermanas, preguntémonos hoy: ¿Invocamos al Espíritu Santo, le rezamos con frecuencia? ¡No nos olvidemos de Él, que está junto a nosotros, es más, en nuestro interior! Y asimismo, ¿prestamos atención a su voz, tanto cuando nos anima como cuando nos corrige? ¿Respondemos con las palabras de Jesús a las acusaciones del mal, a los ‘tribunales’ de la vida? ¿Nos acordamos de que somos hijos amados de Dios? Que María nos haga dóciles a la voz del Espíritu Santo y sensibles a su presencia.”

 

Palabras del santo Padre después del rezo del Regina Caeli

Queridos hermanos y hermanas,

durante estos días, hemos asistido de nuevo a enfrentamientos armados entre israelíes y palestinos, en los que han perdido la vida personas inocentes, incluidos mujeres y niños. Espero que la tregua recién alcanzada se estabilice, que callen las armas, porque con las armas nunca se obtendrán seguridad y estabilidad; por el contrario, se destruirá cualquier esperanza de paz.

Os saludo de corazón a todos vosotros, romanos y peregrinos venidos de Italia y de muchos países, en especial a los fieles procedentes de Canadá, Singapur, Malasia y España.

Saludo a los responsables de la Comunidad de San Egidio en 25 países africanos; y, asimismo, a las autoridades y a los docentes de la Universidad de Radom, en Polonia. Saludo la Caritas Internationalis, que se ha reunido para elegir a su nuevo presidente. ¡Adelante, con valor, por la vía de la reforma!

Saludo a los fieles de Scandicci y a los de Torrita de Siena; a los chicos del Decanato de Appiano Gentile, a los Scouts Agesci de Alghero y a los jóvenes de Senigallia; a los alumnos del Instituto ‘Juan XXIII’ de Cammarata; y a los participantes en la carrera de relevos solidaria en favor de la Fundación para la Investigación del Cáncer.

Hoy, en muchos países se celebra la Fiesta de la Mamá; recordemos con gratitud y afecto a todas las mamás, a las que aún están entre nosotros y a aquellas que se han ido al Cielo. Encomendémoslas a María, la mamá de Jesús. ¡Y un fuerte aplauso!

Nos dirigimos a ella pidiéndole que alivie los sufrimientos de la martirizada Ucrania y de todas las naciones heridas por la guerra y la violencia.

Os deseo a todos un feliz domingo. Y saludo a los chicos y chicas de la Inmaculada, que son buenos. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”