El 31 de diciembre de 2023, el Santo Padre Francisco presidió en la Basílica de San Pedro, la celebración de las Primeras vísperas de la solemnidad de María Santa Madre de Dios y el ‘Te Deum’ de acción de gracias por el año que concluyó.

En su homilía destacó que el nacimiento de Jesús nos permitía vivir de un modo distinto a la mentalidad mundana este momento de conclusión de una año más con sentimientos de gratitud y esperanza (Fuentes: Vaticano, SPSS, Vatican Media. Vatican News, Pontificio Dicasterio para la Comunicación).

Tras resumir la alegría de la encarnación de Dios y de los sentimientos y que la Iglesia aprendió de María como madre de Jesucristo, llena de amor, gracia de confianza y esperanza, se refirió a la transformación y preparación a nivel de acogida, espiritualidad y como ciudad de esperanza en vistas al año jubilar cuya preparación ya ha iniciado, y la necesidad del año de oración que se dispuso para prepararse a este acontecimiento eclesial.

Homilía del santo padre Francisco (traducción redacción)

La fe nos permite vivir esta hora de un modo diferente a una mentalidad mundana. La fe en Jesucristo, Dios encarnado, nacido de la Virgen María, da un modo nuevo de experimentar el tiempo y la vida. Lo resumiría en dos palabras: gratitud y esperanza.

Alguien podría decir: '¿Pero no es eso lo que hace todo el mundo en esta última tarde del año? Todos agradecen, todos esperan, creyentes o no creyentes. Quizás parezca que es así, ¡Y quizás lo fue! Pero, en realidad, la gratitud y la esperanza mundanas son aparentes -engañosas-; les falta la dimensión esencial que es la de la relación con el Otro y con los demás, con Dios y con los hermanos. Están centrados en sí mismos, en sus intereses, y por eso les falta el aliento, no pueden ir más allá de la satisfacción y el optimismo.

 

Video Vatican News

 

En cambio, en esta Liturgia se respira una atmósfera completamente diferente: la de alabanza, del asombro, de la gratitud. Y esto sucede no por la majestuosidad de la Basílica, no por las luces y los cantos - estas cosas son más bien la consecuencia -, sino por el Misterio que la antífona del primer salmo expresaba así: '¡Maravilloso intercambio! El Creador ha asumido un alma y un cuerpo, nació de una virgen; […] nos da su divinidad’. ¡Este maravilloso intercambio!

La liturgia nos permite entrar en los sentimientos de la Iglesia; y la Iglesia, por así decirlo, las aprende de la Virgen Madre.

Pensemos en cuál fue la gratitud en el corazón de María al mirar a Jesús recién nacido. Es una experiencia que sólo una madre puede tener, y sin embargo, en ella, en la Madre de Dios, tiene una profundidad única e incomparable. María sabe, a solas con José, de dónde viene ese Niño. Sin embargo, él está ahí, respira, llora, necesita comer, de ser cobijado, protegido. El Misterio da espacio a la gratitud, que emerge en la contemplación del don, en la gratuidad, mientras sofoca la ansiedad del tener y del destacar –la apariencia-.

La Iglesia aprende la gratitud de la Virgen Madre. Y también aprende esperanza. Se podría pensar que Dios la eligió a ella, María de Nazaret, porque en su corazón vio reflejada su propia esperanza. La que Él mismo le había infundido con su Espíritu. María siempre ha estado llena de amor, llena de gracia, y por eso también está llena de confianza y esperanza.

El de María y de la Iglesia no es optimismo, es otra cosa: es fe en el Dios fiel a sus promesas (Cf. Lc 1,55); y esta fe asume la forma de de la esperanza en la dimensión del tiempo, podríamos decir 'en camino'. El cristiano, como María, es un peregrino de esperanza. Y este será el tema del Jubileo de 2025: 'Peregrinos de la esperanza'.

Queridos hermanos y hermanas, podemos preguntarnos: ¿se está preparando Roma para convertirse en el Año Santo en una "ciudad de la esperanza"? Todos sabemos que desde hace algún tiempo ya está en marcha la organización del Jubileo. Pero comprendamos bien que, desde la perspectiva que aquí asumamos, no se trata principalmente de esto; se trata más bien del testimonio de la comunidad eclesial y civil; testimonio que, más que en los eventos, consiste en el estilo de vida, en la calidad ética y espiritual de la convivencia. Entonces la pregunta se puede formular así: ¿estamos trabajando, cada uno en nuestro ámbito, para que esta ciudad sea un signo de esperanza para quienes la viven y para quienes la visitan?

Un ejemplo. Entrar en la Plaza de San Pedro y ver que, en el abrazo de la Columnata, se mueven libre y serenamente personas de todas las nacionalidades, de todas las culturas y religiones, es una experiencia que infunde esperanza; pero es importante que se confirme con una buena acogida durante la visita a la Basílica, así como en los servicios de información. Otro ejemplo: el encanto del centro histórico de Roma es perenne y universal; pero también deben poder disfrutarlo personas mayores o personas con alguna discapacidad motriz; y la "gran belleza" debe ir acompañada de un simple decoro y una funcionalidad normal en los lugares y situaciones de la vida ordinaria, semanal. Porque una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos.

Queridos hermanos y hermanas, una peregrinación, especialmente si es exigente, requiere una buena preparación. Por eso el año próximo, que precede al jubileo, está dedicado a la oración. Un año entero dedicado a la oración. ¿Y qué mejor maestra podríamos tener que nuestra Santa Madre? Situémonos en su escuela: aprendamos de ella a vivir cada día, cada momento, cada ocupación con la mirada interior puesta en Jesús: Alegrías y dolores, satisfacciones y problemas. Todo en la presencia y con la gracia de Jesús, el Señor. Todo con gratitud y esperanza.

En el siguiente enlace puede descarga el librito de la celebración: