El miércoles 14 de febrero, día en que se celebra a San Valentín, fecha popularmente dedicada al llamado “día del amor y la amistad”, coincide con el “Miércoles de Ceniza” con el cual iniciaremos la Cuaresma 2024, es decir, 40 días de preparación y camino de conversión personal y comunitaria rumbo al festejó de la Pascua de Resurrección de Jesús; es un tiempo penitencial en que la Iglesia exhorta a todos sus hijos e hijas a seguir a Jesús en aquellos días en que se retiró al desierto para prepararse a su misión salvadora y fortalecerse para vencer las insidias del enemigo.

Es un camino y llamado a la oración, a la reflexión y el ayuno, pero recordando lo que Dios nos reclama justamente como menciona el santo Evangelio según san Mateo "Misericordia quiero no sacrificios" (Mt 12, 1-8), es decir, es un espacio para realizar penitencia, pero esto será algo vacío si no está acompañado de actos verdaderos de amor, compasión y caridad al prójimo, si bien se recomienda abstenerse de ciertos gustos, entretenimientos y distensiones de si bondadosas, o del consumo de algunos alimentos como la carne, se cae en un rigorismo sin sentido si esto no se acompaña de verdaderas intenciones de asumir una actitud semejante a la de Jesús como el servicio a los demás, sin pompa o presunción, sino por amor incluidos aquellos que consideremos ajenos y hasta enemigos.

Al ayunar y dar limosna se puede caer en la actitud necia, arrogante y nada compasiva que Jesús señala en la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos, narrada por el Evangelio de San Lucas (Lc 18, 9-14), ahí aquel hombre superficial e frívolo decía: «’Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’.

-Jesús explica- En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’.Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».

Cabe darnos cuenta que Dios conoce nuestros corazones, sabe verdaderamente sobre nuestro dolor al ofenderlo o por el mal realizado en prejuicio propio o del nuestro prójimo, es decir, nuestros hermanos, hermanas, conocidos o quienes conviven o vemos o diario… para Él nada permanece oculto, pero como Dios es “lento a la cólera” y “rico en piedad y Misericordia”, quiere que nosotros seamos igualmente compasivos, humildes, generosos con los demás.

Dios por su gracia y Espíritu revela a nuestro corazón y conciencia nuestro estado real, es tal su amor que no nos deja morir víctimas de nuestras propias injurias y pecados, sino que nos da sabiduría, entendimiento y discernimiento para saber que debemos hacer, cómo debemos actuar, que decir y que callar, por eso una oración sincera es necesaria, una humillación coherente, es decir que esté a la par de nuestros actos, la reflexión sobre ellos debería hacer brotar en nosotros un dolor sanador que nos lleva al arrepentimiento verdadero –otra gracia de Dios mismo-.

Lo anterior nos debería llevar a comprender y conocer que hemos sido perdonados, nos daría paz y alegría y eso se reflejaría en la acción gozosa de hacer el bien a los demás, sin vanaglorias y sin desear nada a cambio; de ese modo nos reconciliamos con Dios y con el prójimo, se hace evidente que Dios está en nosotros y se proyecta hacia los demás en acciones que quizás nadie llegue a saber, pero Dios seguramente lo tendrá muy en cuenta, el bien que Él mueve y provoca en nuestro corazón regresa a Dios mismo y da mucho fruto.

No hace falta mucha imaginación para hacer el bien aquí en México, estamos siempre en contacto con muchas personas que requieren apoyo, compresión, ayuda, incluso el escuchar da consuelo. Como guía están las palabras de Jesús en el Evangelio de San Mateo, ahí menciona lo que Dios quiere de sus hijos, es un fragmento que nos habla por sí mismo acerca de lo que debemos hacer en Cuaresma – claro acompañados de los sacramentos de comunión y la reconciliación como lo aconseja la Iglesia- quizás para algunos se escuche atemorizador pero para quien comprometerse con Dios le impulsa a la acción antes que alarmarle:

 «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna». (Mt 25, 31-46)

 

Y sobre las bienaventuranzas que subrayan la dignidad de la persona, el Catecismo de la Iglesia Católica destaca:

“Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos:

 

 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

 Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

 Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

 Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.» (Mt 5,3-12)” (CIC 1716)

 

Estamos entrando a un tiempo de perdón y penitencia, que nos exhorta a seguir a Cristo Jesús, manso, humilde, compasivo, misericordioso, rico en piedad, a través de la oración, reflexión y el ayuno, llamados al abandono en Dios, que nos conduzca a una auténtica mortificación, al arrepentimiento por nuestras falta, que nos lleve a una conversión real, dando testimonio humilde de optar por la caridad para neutralizar el pecado, donde al obedecer a Jesús hagamos la voluntad del Padre, pidiendo al Espíritu Santo la gracia de comprometerse al bien firmemente, a fin de enmendar y/o reparar el daño o mal provocado, con el propósito de no pecar más. En pocas palabras hacer el bien no con golpes, sino con amor” como Jesús indicó a Juan Bosco en el sueño de los 9 años.

 

 

Calendario Curesmal 2024.

En resumen la cuaresma, es el periodo de 40 días para que la Iglesia acompañe a Jesús con la oración, el sacrificio y el arrepentimiento de todos los pecados, para reflexionar sobre nuestro pecado, indiferencia u omisión ante el mal y las necesidad de los demás.

Inicia el Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero, el Día de San Valentín como ruta de preparación a la Pascua, la Cuaresma concluye con antesala la Semana Santa que inicia recordando la entrada a Jerusalén de Jesús montado borrico, el Domingo de Ramos (24 de marzo) seguido por el triduo pascual hasta el día Solemne de Pascua con lo que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

 

Los 5 mandamientos de la Santa Madre Iglesia (Cfr. CIC 2042-2043)

1.- Oír Misa entera los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles (cf CIC can 1246-1248; CCEO can. 881, 1.2.4).

2.- Confesar los pecados al menos una vez al año (Cfr. CIC can. 989; CCEO can. 719).

3.- Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua (Cfr. CIC can. 920; CCEO can. 708-881, 3).

4.- Abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia. Asegura los tiempos de ascesis -reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud (Cfr. RAE)- y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón (Cfr. CIC can. 1249-1251; CCEO can. 882).

Debemos ayunar los días establecidos, en especial los viernes y fiestas de precepto como el Viernes santo (29 de marzo), es mandato que obliga a los fieles jóvenes y adultos entre los 18 y 56 años de edad, no para los menores de edad ni para adultos mayores, a los chavales a partir de los 14 años se les exhorta únicamente abstenerse de alimentarse con carne, no están obligados al ayuno.

5.- Ayudar a la Iglesia en sus necesidades. No obstante se manifiesta -que cada uno debe hacerlo según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (Cfr. CIC can. 222).

Se acentúa que “el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con Dios” (Cfr. Mensaje de Pascual de 2009 de Benedicto XVI),

La Pascua es el corazón mismo de nuestra fe, la celebración más grande, pues Dios ha vencido a la muerte. Nos unimos a la fiesta con el corazón limpio y dispuesto a amar a Jesús gracias al camino cuaresmal recorrido.

La fecha de la Pascuas se recorre según el año lunar y no al año solar por tal razón la Semana Santa cambia de día, para coincidir con la luna llena, es decir, la Semana Santa y las fechas relacionadas con la misma, como el Miércoles de Ceniza y el Corpus Christi, no tienen una fecha fija

El 14 de febrero es Miércoles de Ceniza, el 30 de mayo será la fiesta del Corpus Cristi.

De acuerdo con el calendario litúrgico, la Semana Santa será en las siguientes fechas:

Domingo de Ramos

24 de marzo

Lunes Santo

25 de marzo

Martes Santo

26 de marzo

Miércoles Santo

27 de marzo

Jueves Santo

28 de marzo

Viernes Santo

29 de marzo

Sábado de Gloria (o Sábado Santo)

30 de marzo

Domingo de Resurrección (o Domingo de Pascua)

31 de marzo