Al mediodía del 3 de marzo de 2024, el Santo Padre Francisco salió al encuentro de los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, para rezar el Ángelus en el III Domingo de Cuaresma. Como es su costumbre, el Sucesor de San Pedro les ofreció su reflexión y/o comentario del Evangelio que la liturgia destaca en ese día (Jn 2, 13-25), referente al momento en que Jesús reprende, desaloja a los vendedores de animales y tira las mesas de los cambistas, y manda quitar sus enseres a los vendedores de palomas, por haber convertido la casa de su Padre –el templo de Jerusalén- en un “mercado” y menospreciarla como “Casa de oración” (Fuente: Boletín de OPSS, Vatican Media, Vatican News).

El Santo Pontífice señala que se trata de una escena dura, pero Jesús lo hace -explica - porque esas acciones crean una barrera entre Dios y el hombre, entre hermano y hermano, y Cristo vino a traer comunión, misericordia y cercanía. Subraya que la invitación que se extiende para esta Cuaresma es a “hacer más casa” y menos mercado, con respeto a Dios, a orar como hijos confiados en Dios.

En sus palabras de despedida externo su dolor por los hechos bélicos en Palestina e Israel, hizo un llamamiento enérgico al cese de todas las hostilidades y afirmó rotundamente que así nunca se alcanzará la paz. Reitero su llamado a orar por la martirizada Ucrania. Además destacó que el 5 de marzo se celebra “el Segundo Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación de las Armas”. El Papa Francisco enfatizó que el desarme es un deber moral, además hizo un llamado a las naciones a “pasar del equilibrio del miedo al equilibrio de la confianza.”

Las palabras del Papa antes la oración del Ángelus

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio nos muestra hoy una escena dura: Jesús expulsa a los mercaderes del templo (cfr. Jn 2,13-25). Jesús que echa a los vendedores, derriba las mesas de los cambistas y amonesta a todos diciendo: «No hagan de la casa de mi Padre un mercado» (v. 16). Detengámonos un poco en el contraste entre casa y mercado: se trata, efectivamente, de dos modos distintos de presentarse ante el Señor.

En el templo entendido como mercado, para estar bien con Dios bastaba comprar un cordero, pagarlo y consumirlo en las brasas del altar. Comprar, pagar, consumir, y después cada uno a su casa. En cambio, en el templo entendido como casa, sucede lo contrario: se va para visitar al Señor, para estar unidos a Él y a los hermanos, para compartir alegrías y dolores. Todavía más, en el mercado se juega con el precio, en casa no se calcula; en el mercado se busca el propio interés, en casa se da gratuitamente. Y Jesús es hoy duro porque no acepta que el templo-mercado reemplace al templo-casa, no acepta que la relación con Dios sea distante y comercial en vez de cercana y llena de confianza, no acepta que los puestos de venta sustituyan a la mesa familiar, los precios a los abrazos y las monedas a las caricias. ¿Y por qué Jesús no acepta esto? Porque de ese modo se crea una barrera entre Dios y el hombre, y entre hermano y hermano, mientras que Cristo vino a traer comunión, a traer misericordia -es decir, perdón-, a traer cercanía.

La invitación de hoy, también para nuestro camino de Cuaresma, es a hacer en nosotros y a nuestro alrededor más casa y menos mercado. En primer lugar, con respecto a Dios, rezando mucho, como hijos que, sin cansarse, llaman confiados a la puerta del Padre, no como mercaderes avaros y desconfiados. Primero, rezando. Y, después, difundiendo fraternidad: ¡hace falta mucha fraternidad! Pensemos en el silencio incómodo, aislador, a veces incluso hostil, que se encuentra en muchos lugares.

Preguntémonos entonces: ante todo, ¿cómo es mi oración? ¿Es un precio que tengo que pagar o es el momento del abandono confiado durante el que no miro el reloj? ¿Y cómo son mis relaciones con los demás? ¿Sé dar sin esperar nada a cambio? ¿Sé dar el primer paso para romper los muros del silencio y los vacíos de las distancias? Debemos hacernos estas preguntas.

Que María nos ayude a “hacer casa” con Dios, entre nosotros y a nuestro alrededor.”

Video Vatican News

Llamamiento a la Paz del Santo Padre tras el rezo Ángelus

“Queridos hermanos y hermanas, llevo todos los días en el corazón, con dolor, el sufrimiento de las poblaciones en Palestina e Israel, debida a las hostilidades en curso. Los miles de muertos, de heridos, de desplazados, las imágenes de destrucción causan dolor, y esto con consecuencias tremendas en los pequeños y los indefensos, que ven comprometido su futuro.

Me pregunto: ¿de verdad se piensa que de este modo se construye un mundo mejor? ¿Se cree realmente que así se alcanzará la paz?

¡Basta, por favor! Digamos todos: ¡Basta, por favor! ¡Deténganse!

 Invito a que continúen las negociaciones para un inmediato alto el fuego en Gaza y en toda la región, a fin de que los rehenes sean liberados enseguida y regresen con sus seres queridos, que los esperan con ansia, y para que la población civil pueda acceder con seguridad a las debidas y urgentes ayudas humanitarias. Y, por favor, no olvidemos la martirizada Ucrania, donde cada día mueren tantas personas. Hay mucho dolor allí.

El 5 de marzo se celebra el segundo Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación. ¡Cuántos recursos se derrochan en gastos militares que, a causa de la situación actual, desgraciadamente continúan aumentando! Espero sinceramente que la comunidad internacional comprenda que el desarme es, ante todo, un deber, el desarme es un deber moral. Metámonos esto en la cabeza. Se requiere el valor de todos los miembros de la gran familia de las naciones para pasar del equilibrio del miedo al equilibrio de la confianza.

Los saludo a todos ustedes, romanos y los peregrinos venidos de diversos países. En especial, saludo a los estudiantes de la Universidad Sénior di Vila Pouca de Aguiar, en Portugal; a los alumnos del Instituto “Rodríguez Moñino” de Badajoz; y a los grupos parroquiales de Polonia.

Saludo a los confirmandos de Rosolina, en la diócesis de Chioggia, y a sus familiares; a los fieles venidos de Pádua, de Azzano Mella, Capriano y Fenili, de Taranto y de la parroquia de S. Alberto Magno en Roma.

Dirijo un saludo afectuoso a los jóvenes ucranianos que la Comunidad de San Egidio ha reunido para tratar el tema “Vence el mal con el bien. Oración, pobres, paz”. Queridos jóvenes, gracias por vuestro compromiso en favor de quien más sufre en la guerra. ¡Gracias!

Y les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”