Felipe Rinaldi nació el 28 de mayo de 1856 en Lu Monferrato, Alessandria, Italia, si bien había sido formado en la casa de Don Bosco desde muy pequeño, no escuchó claramente el llamado del Señor sino hasta cumplidos los veintidós años de edad, en especial por el testimonio y oración de su Madre y el seguimiento cercano de los salesianos.
Su formación como vocación en cierto modo ‘tardía’, correspondería a su madurez y edad, muy pronto fue ordenado sacerdote y casi de inmediato le fueron encomendadas tanto la formación de los aspirantes como de los novicios. Para 1899, el padre Miguel Rúa –quien había asumido desde 1888 la Rectoría de la Congregación- lo asignó a España, fue nombrado Director a la comunidad de Sarriá, y más adelante se le confió ser Provincial o Inspector de aquella gran presencia salesiana, en dicho cargo contribuyó grandemente al desarrollo de la obra de Don Bosco en Europa, pero no quedaría limitado sólo a esto.
Rector Mayor de 1922 a 1931, 3er sucesor de Don Bosco.
Después asentar firmemente a la Congregación en España y de haber sido Vicario de los dos primeros sucesores de Don Bosco (el padre Miguel Rúa y el P. Pablo Albera) abarcando 21 años, fue elegido Superior General en 1922. Era en extremo responsable y comprometido, pero con un estilo paternal heredado de Don Bosco y de aquellos quienes fueron sus superiores. Él subrayó que la verdadera fisonomía de la obra salesiana no radicaba en sus éxitos visibles y externos sino en la vida íntima profunda, serena y tranquila del Carisma. Desarrollo la espiritualidad a la par del trabajo social en fidelidad y colaboración directa con la Iglesia en obediencia al Papa Pío XI, lo que permitió que se concediera una indulgencia plenaria a la santificación del trabajo.
Dio gran impulso al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, inspirando y promoviendo sus Capítulos Generales, así como lo hizo con los salesianos, provocando e impulsando una grande expansión de las presencias salesianas en el mundo, con el incremento consecuente de miembros de ambos institutos. Animador de movimientos laicos, alentó y dirigió al Instituto Secular de las "Voluntarias de Don Bosco" (VDB) quienes bajo su influencia asumirían la vida de los consejos evangélicos, además como Rúa y Albera daría impulso al trabajo de los Cooperadores Salesianos (hoy Salesianos Cooperadores), a ADMA y a los Exalumnos de Don Bosco.
De muchas maneras y durante toda su vida, sin ahorrar esfuerzos – lo que fue desgastando poco a poco- , trabajó para aumentar a los llamados a formar parte de las filas y ramas de la Familia Salesiana, en las muy diversas formas de asociación. Además socialmente y a nivel práctico impulso la solidaridad patronal y la asociación los obreros, campesinos y trabajadores, incluso creó organizaciones de ahorro común que permitieron el crecimiento del sindicalismo cristiano y la seguridad social.
A todos los salesianos recomendó, en particular, la asistencia a los emigrantes sin distinciones de nacionalidad, promoviendo la caridad ‘universal’, adelantándose por mucho en tiempo y visión a la pastoral migrante.
Partió a la presencia de Dios el 5 de diciembre de 1931, sus restos son venerados en la cripta de la Basílica de María Auxiliadora. Fue beatificado el 29 de abril de 1990 por San Juan Pablo II y se estableció su celebración litúrgica el 5 de diciembre.