Este es el VI Domingo, que destaca la parábola de hijo pródigo, un momento de encuentro ante la miseria, que reconoce la necesidad de volver tras meditar la incoherencia entre el la vida desordenada que se ha preferido al resguardo que ofrecía el padre , el cual a pesar del mal comportamiento del hijo menor, mantiene la actitud de esperanza y de cambio en su hijo, a quien acoge si reservas y aún justifica la necesidad de celebrar ante el Hijo mayor que ve con recelo el que aquel hijo díscolo y desagradecido sea festejado, pero el padre no se deja ganar en bondad y busca que además exista compresión y reconciliación entre sus congéneres .

 Las lecturas de hoy hablan sobre el amor y a misericordia de Dios (Jos 5, 9. 10-12; Sal 33; Cor 5, 17-21; Lc 15,1-3.11-32)

Este domingo es conocido en todas las tradiciones cristianas como el de la alegría, de ahí el cambio de las vestiduras litúrgicas al color rosa, similar al que se usa al final de tiempo de adviento

El Evangelio presenta la llamada ‘parábola del hijo pródigo’, o del ‘Padre Misericordioso’, ya que por encima de la actitud poco reflexiona del hijo es el amor del padre, cuya actitud de amor totalmente gratuito, pone de manifiesto quien es le Dios que nos cuida y procura, su amor es tal que no importa que la conversión no se del todo perfecta, basta que se le busque para que él actúe, pues no quiere la muerte del pecador sino que reflexione, sobre los consecuencias a las que se expone con sus malos actos y se convierta, el Hijo que siempre esta con el padre le ruega compresión de modo que el padre, expresa la espera paciente de quien ama, la disponibilidad siempre al tanto del más mínimo cambio, la apertura al perdón, el gozo ante la conversión de la persona realmente arrepentida.

Jesús es lo más identificado al Hijo mayor quien nunca cometió pecado, Dios lo hizo ‘pecado’ por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.

Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.

 

Vatican News

Evangelio

Del santo Evangelio según Lc 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: ‘Éste recibe a los pecadores y come con ellos’.

Jesús les dijo entonces esta parábola: ‘Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: 'Padre' dame la parte de la herencia que me toca'. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: '¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello. lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.

Pero el padre les dijo a sus criados: '¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: 'Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: '¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'.

El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado' ‘.