El padre Maksym Ryabukha, salesiano Director de la casa salesiana de Kiev habló de esperanza y santidad aún ante zozobra de la guerra “Esta Cuaresma y Semana Santa quedarán para siempre impresas en la memoria de mi generación. Hemos vivido estas semanas, desde el 24 de febrero, de una manera completamente diferente a las pasadas. Pienso que la nuestra es una era de grandes santos, de valientes mártires, de insuperables testigos de la belleza que han tocado y sentido con sus vidas lo que esto significa. Así es que quiero pensar en mis compatriotas. No tengo otra explicación ni justificación para lo que sucede en este momento tan doloroso”.
Ryabukha como buen salesiano, se empeña en ser positivo en sus mensajes por WhatsApp, pero igual acompaña a su gento en el sufrimiento, como lo expreso ante los hechos de la masacre ocurrida en el barrio de Bucha: “¿Si he visto lo que pasó? Lo veo todos los días. Porque aquí cada día, es un horror sin fin . Para los ciudadanos de Kiev es un dolor aún mayor, porque muchos de los habitantes de los centros satélites de la capital trabajaban en la ciudad. Dentro de las bolsas negras de plástico de Bucha hay parientes cercanos, amigos. Hablé con algunos de ellos: muchos no logran compartir ese dolor inmenso e insoportable. Contestan con medias frases; o bajan la vista y no responden en absoluto. A veces ni siquiera logran llorar. Las imágenes de las de los cuerpos martirizados nos acompañarán a lo largo de nuestra vida…
Es difícil tratar de entender cómo se pudo cometer todo esto, e incluso tratar de pensar quién cometió actos tan inhumanos. ¿Cómo perdonar? ¿Cómo considerar a estas personas seres humanos? Seamos claros: todos somos humanos, con un bagaje de virtudes y pecados. Todos tienen su propio ritmo, algunos corren, otros retroceden. Pero todo esto, estas masacres…”.
Comenta sus impresiones al ir rumbo a una estación, sólo unos meses antes siempre estaba repleta de persona, ahora se mostraba vacía, con daños por las continuas explosiones, con manchas negras por doquier y autos incendiados: “Sentí consternación. Pensé que tal vez Jesús se sintió así cuando caminó a Jerusalén para su última Pascua terrenal. Lo que estamos viviendo en este país es un drama humano, llevará tiempo entenderlo y hacerlo parte de la historia de cada uno de nosotros”.
El padre Maksym no obstante el dolor, comenta sobre los signos y gestos simples que salvan, tan sólo el encuentro con los demás da luz: “Hace unos días, llegó un camión con ayuda que tuve que descargar y poner en el Oratorio. Con los voluntarios hicimos todo rápido, porque ellos tenían que partir inmediatamente hacia Lviv –Leópolis, la ciudad ucraniana más cercana a la frontera con Polonia, donde trabajan los salesianos-. A continuación llegaron las personas que debían entregar la ayuda a la gente aquí en Kiev: luego cargaron los autos y pidieron noticias de los barrios. Más tarde vinieron dos capellanes militares y algunos vecinos a lavarse y cambiarse; para comer algo juntos. Algo simple, pero que nos dio el sentido de que seguimos siendo una comunidad”.