El Padre Pierluigi Cameroni, SDB, Postulador General para las Causas de los Santos de la Familia Salesiana, nos presenta una crónica que nos recuerda el hecho histórico de la Beatificación del Padre Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco , quien dio continuidad a la obra salesiana con gran fidelidad al fundador, aquí les facilitamos este documento con motivo de los 50 años de este singular suceso Eclesial.
El 29 de octubre de 1972 Pablo VI, ahora santo, con su autoridad apostólica inscribió al venerable Siervo de Dios Miguel Rúa en el libro de los beatos. Cuando el Papa leyó la fórmula de beatificación, la figura demacrada de Don Rúa apareció el altar denominado “la gloria del Bernini” dentro de la basílica de San Pedro en el Vaticano, y un largo, estruendoso e incontenible aplauso estalló entre los treinta mil fieles reunidos en la basílica. Las cámaras pasaron de la figura de Don Rúa a la imponente figura de Don Bosco, colocada en las hornacinas de los fundadores de órdenes, sobre la famosa estatua de bronce de San Pedro. Don Bosco también estuvo presente en la exaltación de su "Michelino" (diminutivo en italiano de Miguel), que hizo todo a medias con él, hasta la santidad. Así como el profeta Elías dejó su espíritu y su manto como herencia a Eliseo, Don Bosco transmitió su espíritu y su herencia carismática a Don Rúa, como bien ilustra la magistral homilía de Pablo VI.
Don Luigi Ricceri, Rector Mayor en el momento de su beatificación, habló de Don Rúa como aquel que había mirado a Don Bosco: “Don Rúa fue el segundo padre de la Congregación Salesiana: ¿dónde está la raíz de su paternidad? La foto que los hermanos de Barcelona, con una idea genial, han sacado de un detalle de un antiguo daguerrotipo es la respuesta viva y palpitante a esta pregunta. Fíjense bien en ese rostro, esa sonrisa, ese eminente sentido de seguridad, de confianza. Miren esa sensación de afecto filial y tierno. Don Rúa debe mucho de lo que fue a este hecho: siempre miró a Don Bosco con ese rostro. Si Don Rúa vivió en Dios, no menos vivió en Don Bosco y de Don Bosco. Basta leer sus circulares, sus discursos. Habla de Don Bosco, se refiere a Don Bosco, se apoya en Don Bosco, recuerda el ejemplo de Don Bosco. Siempre Don Bosco. Es como injertado, empastado, una sola cosa con Don Bosco. Es imposible imaginar la figura de Don Rúa sin la de Don Bosco”.
El padre Francis Desramaut, ilustre historiador salesiano, destacó cómo Pablo VI, al beatificar al Don Rúa, exaltó sus virtudes y las puso en conocimiento del pueblo cristiano. En particular, se le retrata de una manera singular: su humildad. “Don Rúa era humilde. La humildad de los pobres y de los pequeños nos viene directamente del Evangelio. Esta vuelve capaces de ocupar el último lugar el día que le gustaría elegir el primero. Su modelo es el niño sin pretensiones. Don Rúa nunca se puso en primer plano, ni siquiera cuando le hubiera resultado fácil hacerlo. Basta pensar: el jefe de una Congregación mundial, otro Don Bosco, un sacerdote 'santo'... El Evangelio de Jesucristo hace germinar a los humildes en la Iglesia. Muchos quedan enterrados en el escondite del que nunca quisieron salir. Es bueno que algunos de ellos sean exaltados por el Dios del Magníficat. Son un llamado a la salvación para los vivos: el orgullo seca la tierra, la humildad la hace florecer”.
Entre los presentes ese 29 de octubre estaba también el Rector Mayor emérito padre Renato Ziggiotti, quien testificó: “Yo a Don Rúa, lo recuerdo bien. Sólo era salesiano desde hacía tres meses. Él estaba muy enfermo y pedí cuidarlo durante una noche. La enfermera tuvo que venir por un vendaje doloroso. Finalmente, viéndolo despierto, le pregunté: '¿Ha sufrido, don Rúa?', me contestó: 'Un poco'. Y yo, con el fervor de un recién profeso: 'También el Señor sufrió en la cruz'. Don Rúa me miró, sonrió y me dijo: '¡Bravo, Ziggiotti!', me da risa pensar en esta desenvoltura que tenía: ¡dar buenos consejos a un santo que está muriendo! Pero espero que cuando llegaré al Cielo, Don Rúa me diga: '¡Bravo, Ziggiotti!'".
Estaba también el padre José Vandor, hoy Venerable, un anciano salesiano, misionero desde hacía 35 años en Cuba y originario de Hungría, que llevaba en el corazón el sufrimiento por una comunidad cristiana probada y perseguida.
También estuvieron presentes Benedetta Vaccarino y Don Andrea Pagliari, los dos destinatarios de los milagros que llevaron a Don Rúa a los altares. La primera se curó repentinamente de una epilepsia jacksoniana tras ser llevada al sepulcro de don Rúa en la cripta de María Auxiliadora; el segundo, un sacerdote salesiano, fue repentinamente curado nuevamente por la intercesión de Don Rúa de un derrame pleural.
En el Ángelus que siguió a la Misa, el Papa Pablo VI recordó nuevamente a Don Rúa y dejó un mensaje que sigue vigente hoy: “Tenemos en el corazón la gran alegría de la beatificación de Don Michele Rúa, y no podemos imaginar la gloria de estos ciudadanos del Cielo sin repensarlos, en medio de nuestra juventud, llena también de alegría por haber encontrado en hombres tan sabios y buenos a sus mejores amigos, a sus maestros de vida.
Disfrutémoslo todos, dando gracias al Señor y redoblando nuestro amor por nuestros niños, nuestros jóvenes, de la escuela y del trabajo”.
Padre Pierluigi Cameroni
Postulador General para las Causas de los Santos de la Familia Salesiana
(Fuente ANS)