Este 19 de marzo, 4º Domingo de Cuaresma el santo padre Francisco ofreció su comentario al Evangelio del día donde se narra el episodio del ciego de nacimiento al que Jesús le da la vista (Jn 9, 1-41), (Fuentes: Vaticano, SPSS, Dicasterio para la Comunicación).
El Papa comparó la actitud de los fariseos que negaban el milagro que Jesús hace y no se abren a la gracia con la respuesta del hombre que nunca vio la luz, quien con certeza, sencilla y agradecida manifiesta que no tiene dudas y no se amedrenta ante el desprecio que muestran hacia él al afirmar que ‘veía’ en Jesús a un profeta.
El santo padre Francisco subrayó que aquel que era ciego ya había sufrido el desprecio, maltrato y descarte durante toda su vida, por lo que no le afecta los comentarios negativos ante su curación, por el contrario reafirma que Jesús lo ha sanado: 'Era ciego y ahora veo', no necesita más pruebas. El sucesor de san Pedro nos invitó a preguntarnos sobre nuestra dignidad y la de los demás, y el trato que damos a las personas que tiene limitaciones, físicas o sociales, aquellas que viven en la calle. El Papa nos exhortó a pedir ‘la gracia de sorprendernos cada día por los dones de Dios y de ver las diferentes circunstancias de la vida, también las más difíciles de aceptar, como ocasiones para obrar el bien.’
En sus palabras después de rezo del Ángelus el Papa Francisco pidió por la victimas del reciente terremoto de Ecuador, y reiteró su llamamiento a orar por Ucrania.
Comentario del Papa Francisco:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio nos muestra a Jesús que devuelve la vista a un hombre ciego de nacimiento (cfr Jn 9,1-41). Pero este prodigio no es bien recibido por varias personas y grupos. Veamos en detalle.
Pero primero quisiera decirles: hoy, tomen el Evangelio de Juan y lean ustedes este milagro de Jesús, es hermoso el modo en el que Juan lo cuenta. Capítulo 9, en dos minutos se lee. Hace ver cómo procede Jesús y cómo procede el corazón humano: el corazón humano bueno, el corazón humano tibio, el corazón humano temeroso, el corazón humano valiente. Capítulo 9 del Evangelio de Juan. Háganlo hoy, les ayudará mucho. ¿Y de qué manera las personas acogen este signo?
En primer lugar, están los discípulos de Jesús, que ante el ciego de nacimiento terminan en el chismorreo: se preguntan si la culpa es de sus padres o suya (Cf. v. 2). Buscan un culpable; y nosotros muchas veces caemos en esto que es tan cómodo: buscar un culpable, en lugar de plantearse preguntas exigentes en la vida. Y hoy podemos decir: ¿qué significa para nosotros la presencia de esta persona? ¿qué nos pide a nosotros? Después, una vez curado, las reacciones aumentan. La primera es la de los vecinos, que se muestran escépticos: 'Este hombre siempre ha sido ciego: ¡no es posible que vea ahora, no puede ser él, es otro!': escepticismo (cfr. vv. 8-9). Para ellos es inaceptable, mejor dejar todo como era antes (cfr. v. 16) y no meterse en este problema. Tienen miedo, temen a las autoridades religiosas y no se pronuncian (cfr. vv. 18-21). En todas estas reacciones, emergen corazones cerrados frente al signo de Jesús, por varios motivos: porque buscan un culpable, porque no saben sorprenderse, porque no quieren cambiar, porque están bloqueados por el miedo. Y muchas situaciones se parecen hoy a esta. Delante de algo que es precisamente un mensaje de testimonio de una persona, es un mensaje de Jesús, nosotros caemos en esto: buscamos otra explicación, no queremos cambiar, buscamos una salida más elegante que aceptar la verdad.
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El único que reacciona bien es el ciego: él, feliz de ver, testimonia lo que le ha sucedido de la forma más sencilla: 'Era ciego y ahora veo' (v. 25). Dice la verdad. Primero se veía obligado a pedir limosna para vivir y sufría los prejuicios de la gente: 'es pobre y ciego de nacimiento, debe sufrir, debe pagar por sus pecados o por los de sus antepasados'. Ahora, libre en el cuerpo y en el espíritu, da testimonio de Jesús: no inventa nada y no esconde nada. 'Era ciego y ahora veo'. No tiene miedo de lo que dirán los otros: el sabor amargo de la marginación ya lo ha conocido durante toda la vida, ya ha sentido sobre él la indiferencia, el desprecio de los transeúntes, de quien lo consideraba como un descarte de la sociedad, útil a lo sumo para la piedad de alguna limosna. Ahora, curado, ya no teme esas actitudes de desprecio, porque Jesús le ha dado plena dignidad. Y esto es claro, sucede siempre: cuando Jesús nos sana, nos devuelve la dignidad, la dignidad de la sanación de Jesús, plena, una dignidad que sale del fondo del corazón, que toma toda la vida; y Él en sábado, delante de todos, le ha liberado y le ha donado la vista sin pedirle nada, ni siquiera un gracias, y él da testimonio. Esta es la dignidad de una persona noble, de una persona que se sabe curada y retoma, renace; ese renacer en la vida, del que se hablaba hoy en 'A Sua Immagine': renacer.
Hermanos, hermanas, con todos estos personajes el Evangelio de hoy nos pone también a nosotros en medio de la escena, así que nos preguntamos: ¿qué posición tomamos?, ¿qué hubiéramos dicho entonces? Y, sobre todo, ¿qué hacemos hoy? Como el ciego, ¿sabemos ver el bien y ser agradecidos por los dones que recibimos? Me pregunto: ¿cómo es mi dignidad? ¿Cómo es tu dignidad? ¿Testimoniamos a Jesús o difundimos críticas y sospechas? ¿Somos libres frente a los prejuicios o nos asociamos a los que difunden negatividad y chismes? ¿Estamos felices de decir que Jesús nos ama, que nos salva o, como los padres del ciego de nacimiento, nos dejamos enjaular por temor a lo que pensará la gente? Los tibios de corazón que no aceptan la verdad y no tienen la valentía de decir: 'No, esto es así'. Y también, ¿cómo acogemos las dificultades y la indiferencia de los demás? ¿Cómo acogemos a las personas que tienen tantas limitaciones en la vida, ya sean físicas, como este ciego; o sociales, como los mendigos que encontramos por la calle? ¿Y esto lo acogemos como una maldición o como ocasión para hacernos cercanos a ellos con amor?
Hermanos y hermanas, pidamos hoy la gracia de sorprendernos cada día por los dones de Dios y de ver las diferentes circunstancias de la vida, también las más difíciles de aceptar, como ocasiones para obrar el bien, como hizo Jesús con el ciego. La Virgen nos ayude en esto, junto a San José, hombre justo y fiel.”
Palabras del Papa Francisco después del Ángelus:
"¡Queridos hermanos y hermanas!
Ayer en Ecuador un terremoto ha causado muertos, heridos y grandes daños. Estoy cerca del pueblo ecuatoriano y aseguro mi oración por los difuntos y por todos los que sufren.
Les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de tantos países – veo banderas: colombianas, argentinas, polacas… muchos, muchos países…–. Saludo a los españoles venidos de Murcia, Alicante y Albacete.
Saludo a las parroquias de San Raimondo Nonnato y de los Mártires Canadienses en Roma, y a la de Cristo Rey en Civitanova Marche; la Asociación de los Salesianos Cooperadores; los chicos de Arcore, los de confirmación de Empoli y los de la parroquia Santa María del Rosario en Roma. Saludo a los chicos de la Inmaculada, muy buenos.
¡Con mucho gusto saludo también a los participantes del Maratón de Roma! Les felicito porque, por impulso de ‘Athletica Vaticana’, hacen de este importante acontecimiento deportivo una ocasión de solidaridad en favor de los más pobres.
¡Y hoy felicitamos a todos los padres! Que en San José encuentren el modelo, el apoyo, el consuelo para vivir bien su paternidad. Y todos juntos, por los padres, rezamos al Padre [Padre Nuestro…].
Hermanos y hermanas, no olvidemos rezar por el martirizado pueblo ucraniano, que sigue sufriendo por los crímenes de la guerra.
Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.”