El lunes 6 de mayo de 2024, fiesta de santo Domingo Savio, más de 5 mil personas se congregaron a las 8 de la mañana, en la glorieta de Peralvillo, Ciudad de México para participar en la Peregrinación Anual de la Familia Salesiana (FS) de México Sur, a la Nacional e Insigne Basílica de Santa María de Guadalupe, que encabezaron el Rev. Padre Ignacio Ocampo Uribe, Inspector de MEM y Sor Margarita Chavarría Primavera superiora de MME.

Tras un recorrido festivo y alegre, entre cantos y oraciones, música de banda y/o orquesta  regional y tonos marciales de las bandas de guerra escolares, dedicados a la Virgen del Tepeyac que concluyó cerca de las 11 a.m., un gran contingente de miembros de los diversos grupos y ramas de la FS presentes en el país, se reunió en la explanada de la Basílica, conglomerando a religiosos y religiosas, laicos, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y familias que asisten, colaboran o participan en las actividades e iniciativas educativo pastorales, de las diversas obras y presencia salesianas (oratorios, centros juveniles, templos y parroquias, colegios, universidad, centros asistenciales, casa de acogida etc.)

Concelebraron cerca de 31 sacerdotes salesianos, algunos venidos de Centro y Sudamérica, muchos de ellos directores de obras y otros miembros del Consejo Inspectorial. El Evangelio fue proclamado por el Rev. Padre Carlos Barbosa Castillo y la el Padre Ocampo predicó la homilía que a continuación transcribimos:

‘A una mujer, llamada Lidia, 'el Señor le tocó el corazón para que aceptara el mensaje de Pablo'. El mensaje de san Pablo era el anuncio de Jesús como nuestro Dios y Señor, que vino a traernos la paz y la amistad definitiva con Dios Padre. Crean, queridos muchachos y jovencitas, que cuando algo de lo que oímos de Jesús nos deja inquietos, nos atrae, nos conmueve o nos interesa, es porque Dios mismo nos tocó el corazón. ¡Qué motivante es saber que el Señor constantemente toca nuestros corazones! Estemos como estemos. Créanlo así, queridos jóvenes y jovencitas. Y tengan el acierto de hacer lo mismo que hizo esa mujer Lidia: no dejó ir a Pablo y su compañía. Les suplicó, los obligó a esos testigos del Señor a hospedarse en su casa, a quedarse con ella y su familia.

Queridos muchachos: dejamos a veces, incautamente, que entren tantas cosas a lo privado de nuestro corazón, a ese hermoso recinto creado por Dios y donde podemos gozar de la intimidad más profunda con Él. Y estas cosas que dejamos que dejamos entrar no nos llena, algunas claramente nos dañan, nos traen desorden, nos revuelven por dentro, nos desvían, nos lastiman. Dejen, dejemos todos entrar a Jesús a las casas, a la morada de nuestro corazón, Hagámosle esa petición aquí hoy. No lo hará obligado de mala manera: Él entrará de buena gana para estar con nosotros, porque nos quiere muchísimo, Cada uno de nosotros le importa de manera particular a Dios.

 Estamos en la Casa de nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Hermosa casa abierta, donde todos somos bienvenidos, aceptados y abrazados por su afecto de verdadera Madre. Así lo sentimos todos en lo profundo de nuestro interior. Todos, sin excepción. Permitamos que Ella haga lo suyo para que Jesús -su Hijo- toque nuestro corazón. Ella es la mejor intercesora para acercarnos y conducirnos a Jesús. Y cuando su Hijo toque nuestro corazón, no se lo cerremos: que entre, que nos alivie su presencia, que nos sane y nos reviva, que nos devuelva la alegría y la motivación de vivir, la esperanza, si es el caso.

Desde muy pequeño, santo Domingo Savio fue tocado profundamente en su corazón por la gracia de Dios. Y él le abrió tan en serio esa casa interior que Jesús hizo maravillas de caridad a través de ese jovencito de tan escasa edad y salud. Entendió que Don Bosco -como san Pablo- era el testigo de Cristo que Dios le había puesto como guía, y no lo dejó ir. Lo comprometió de lleno en su vida: 'usted es el sastre y yo soy la tela, haga de mí un hermoso traje para el Señor'. Acérquense a los testigos de la fe que Dios les ponga en su camino, queridos niños y muchachos. Sobre todo, acérquense al Santo Evangelio y denle plena acogida en su corazón. Es la persona misma de Jesús que así acogen y permiten que les guíe.

'Les he hablado de estas cosas -dijo a sus discípulos el Señor- para que su fe no tropiece'. Cuando he tenido la bendición de encontrarles a varios de ustedes en los campamentos y los encuentros, de darles los buenos días en sus Colegios, Oratorios o Parroquias, o de compartir con ustedes la Santa Misa como hoy, me siento muy agradecido con Dios de verles tan atentos, receptivos, obedientes a sus animadores y educadores, metidos de verdad en la oración y escuchando atentamente la predicación del Santo Evangelio. Bendigo a Dios por ver la fe viva de muchos de ustedes, jovencitos/as, adolescentes y niños que están aquí ahora. Queridos muchachos y niños: Dios les habla así para que su fe no tropiece y, si llegara a tropezar, no se tarden en levantarse. Su persona, animada por su fe, hará una diferencia. Jesús, en persona, nos envía constantemente, de parte de Dios Padre, su Espíritu Santo. Con el Espíritu Santo -que se nos ofrece en los sacramentos- toca nuestro corazón, nos da testimonio de Cristo y nos hace capaces, en nuestra condición, de dar, también nosotros, testimonio de Cristo.

¡Cuánto necesitamos hoy, queridos muchachos, la bendición esperanzadora de su testimonio de fe en Cristo Jesús! No se lo ahorren ni se lo guarden. Tampoco crean que vale poco. No se avergüencen nunca de Jesús, a quien nuestras familias, nuestras comunidades educativas y el mundo entero necesitan más que a nadie. Sean como Santo Domingo Savio, testigos de Jesús entre sus compañeros, así: en lo más modesto y cotidiano, conviviendo sanamente, estando siempre alegres y optimistas, con una actitud de atención, de caridad y de servicio para con todos y superándose cada día. Sólo abran su corazón a Cristo y déjenlo hospedarse entre ustedes.

Démonos unos breves momentos de silencio y de oración: agradezcamos al Señor que toca constantemente nuestros corazones y démosle hospedaje en nuestro interior. Con la alegría y la fuerza de su presencia no tropezaremos y, si caemos, nos dará la fuerza para levantarnos inmediatamente. Recibamos, también, todo el afecto de la Madre de Jesús y Madre nuestra que hoy nos recibe aquí y nos levanta. A Ella confiemos nuestras preocupaciones y todo lo que traemos en nuestros corazones.

Durante la Misa se pidió por el eterno descanso de los padres Héctor Gerardo Pastor Mendoza y P. Leopoldo Ballesteros Rico, además se rogó por la salud y recuperación de María Esther Maldonado.

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