La mañana del miércoles 13 de noviembre de 2024, el Santo Padre Francisco presidió la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro, Su Santidad ha retomando el ciclo de catequesis ‘El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza’, centrando su predicación en el tema: « ‘Una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo: María y el Espíritu Santo» inspirada en un pasaje del libro de Hechos de los Apóstoles (Hechos 1,12 - 14) (Fuentes: OPSS, Vatican Media y Vatican News)

 El Papa resaltó la especial y única relación de María   con la Santísima Trinidad y subrayó que es Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo, enfatizó que Ella, como en Pentecostés, acompaña a la Iglesia.

Síntesis en español de la Catequesis, pronunciada por el Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

En estas catequesis anteriores vimos cómo el Espíritu Santo obra en la Iglesia a través de la Palabra, a través de los sacramentos y a través de la oración. En esta ocasión, reflexionemos sobre la Virgen María y el Espíritu Santo, destacando la ‘piedad mariana’ como modelo de santificación.

La Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo para llevarnos a su Hijo, por eso decimos tradicionalmente: ‘A Jesús por María’. Su vida es un ejemplo para nosotros, para que sepamos decir ‘sí’ a Dios como ella, con confianza y generosidad. Pensemos, por ejemplo, en sus palabras ante el anuncio del ángel Gabriel: ¿Qué dice la Virgen? ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según lo que has dicho’.

María tiene una relación única con la Santísima Trinidad: es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo. Como en el día de Pentecostés, ella acompaña a la Iglesia -María acompaña a la Iglesia- y le muestra el camino hacia su Hijo.’

Saludo en español que el Papa Francisco dirigió a la asamblea:

‘Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a María, templo y sagrario del Espíritu Santo, que nos enseñe a ser dóciles a las inspiraciones de Dios, sobre todo cuando su Espíritu de amor nos urge a hacer el bien a los hermanos y hermanas que más lo necesitan. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Muchas gracias.’

13ª Catequesis del ciclo ‘El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza’: ‘Una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo: María y el Espíritu Santo’

‘Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Entre los diversos medios con los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia - Palabra de Dios, Sacramentos, oración - hay uno especial, y es la piedad mariana. En la tradición católica existe este lema, este dicho: ‘Ad Iesum per Mariam’, es decir, ‘a Jesús por María’. La Virgen nos muestra a Jesús. Ella nos abre las puertas, ¡siempre! La Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. La Virgen nunca se señala a sí misma, la Virgen señala a Jesús. Y esto es la piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen.

San Pablo define la comunidad cristiana como una ‘carta de Cristo redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne’ (2 Cor 3,3). María, como primera discípula y figura de la Iglesia, es igualmente una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo. Precisamente por eso, ella puede ser ‘conocida y leída por todos los seres humanos’ (2Cor 3,2), incluso por aquellos que no saben leer libros de teología, por esos ‘pequeños’ a los que Jesús dice que se les revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios (Cfr. Mt 11,25).

Vatican News

Al decir su ‘ sí’ - cuando María acepta y dice al ángel: ‘sí, hágase la voluntad del Señor’ y acepta ser la madre de Jesús - es como si María dijera a Dios: ‘Aquí estoy, soy una tablilla para escribir: que el Escritor escriba lo que quiera, que haga lo que quiera conmigo el Señor de todas las cosas’ (Comentario al Evangelio de Lucas, fragm. 18 [GCS 49, p. 227]). En aquella época, la gente solía escribir en tablillas enceradas; hoy diríamos que María se ofrece como una página en blanco en la que el Señor puede escribir lo que quiera. El ‘sí’ de María al ángel -como escribió un conocido exégeta- representa ‘el ápice de todo comportamiento religioso ante Dios, ya que ella expresa, de la manera más elevada, la disponibilidad pasiva combinada con la disponibilidad activa, el vacío más profundo que acompaña a la mayor plenitud’ (Cfr. H. Schürmann, Das Lukasevangelium, Friburgo en Br. 1968: trad. ital. Brescia 1983, 154).

He aquí, pues, cómo la Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación. En medio de la interminable profusión de palabras dichas y escritas sobre Dios, la Iglesia y la santidad (que muy pocos o nadie son capaces de leer y comprender en su totalidad), ella sugiere sólo dos palabras que todos, incluso los más sencillos, pueden pronunciar en cualquier ocasión: ‘Aquí estoy’ y ‘fiat’. María es la que dijo ‘sí’ al Señor, y con su ejemplo y su intercesión nos anima a decirle también nuestro ‘sí’ cada vez que nos encontremos ante una obediencia que actuar o una prueba que superar.

En todas las épocas de su historia, pero especialmente en este momento, la Iglesia se encuentra en la misma situación en la que estaba la comunidad cristiana tras la Ascensión de Jesús a los cielos. Tiene que predicar el Evangelio a todas las naciones, pero está esperando la ‘potencia de lo alto’ para poder hacerlo. Y no olvidemos que, en aquel momento, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos estaban reunidos en torno a ‘María, la madre de Jesús’ (Hechos 1,14).

Es cierto que también había otras mujeres con ella en el cenáculo, pero su presencia es diferente y única entre todas. Entre ella y el Espíritu Santo existe un vínculo único y eternamente indestructible, que es la persona misma de Cristo, ‘concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen’, como recitamos en el Credo. El evangelista Lucas subraya intencionadamente la correspondencia entre la venida del Espíritu Santo sobre María en la Anunciación y su venida sobre los discípulos en Pentecostés, utilizando algunas expresiones idénticas en ambos casos.

San Francisco de Asís, en una de sus oraciones, saluda a la Virgen como ‘hija y sierva del altísimo Rey y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo’ (Cfr. Fonti Francescane, Asís 1986, n. 281). ¡Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo! No se podía ilustrar con palabras más sencillas la relación única de María con la Trinidad.

Como todas las imágenes, también ésta de ‘esposa del Espíritu Santo’ no debe absolutizarse, sino tomarse por la parte de verdad que contiene, y es una verdad muy hermosa. Ella es la esposa, pero es, antes que eso, la discípula del Espíritu Santo. Esposa y discípula. Aprendamos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, sobre todo cuando nos sugiere que ‘nos levantemos con prontitud’ y vayamos a ayudar a alguien que nos necesita, como hizo ella inmediatamente después de que el ángel la dejara (Cfr. Lc 1,39). ¡Gracias!’.

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