Este sábado 25 de enero de 2025, se ha celebrado el Jubileo de la Comunicación en Roma, ha iniciado con una peregrinación integrada por miembros laicos y religiosos que colaboran en los medios católicos, misma que culminó en un Encuentro Cultural y Audiencia con el Santo Padre Francisco, que tuvo como escenario el Aula Pablo VI a las 10 am (Fuente: OPSS, Vatican News, Vatican Media y Dicasterio para la Comunicación)

En su discurso ha agradecido a los comunicadores profesionales por su trabajo a favor de la difusión de la verdad incluso arriesgando su vida, ha recordado a aquellos que en aras de su ejemplar trabajo, lo han hecho al grado de perder la vida. Ha exhortado a todos a trabajar comunicando la esperanza, al mismo tiempo ha destacado que todos los mensajes para las jornadas de las comunicaciones se llama ha defender y salvaguardar la libertad de prensa y la libertad de expresión, junto con el derecho fundamental a estar informados

Destacó que para vencer la mentira y el odio se debe trabajar con coraje, es decir, valor, uno que nace del corazón, impulso interior que nos lleve a la verdad. El coraje de liberar el corazón de aquello que lo corrompe ante fenómenos sociales contemporáneos como la adicción al “scrolling”.

Además, el Santo Padre ha hecho hincapié en una tarea fundamental que se debe impulsar desde el sector de la comunicación: la educación de los jóvenes en una alfabetización mediática, para educarnos a educar en el pensamiento crítico.

Aludiendo a San Pablo –cuya conversión se conmemora- destacó la “buena batalla” de los comunicadores, reporteros uy periodistas: narrar esperanza, compartirla

Intervención del Santo Padre (traducción de la versión original en italiano, por parte de la redacción)

 

Palabras improvisadas del Santo Padre:

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Y muchas gracias por haber venido!

Tengo un discurso de nueve páginas en mis manos. A esta hora, con el estómago empezando a moverse, leer nueve páginas sería una tortura. Le daré esto al Prefecto. Que sea él el que se los lo comunique a ustedes.

Sólo quería decir una palabra sobre la comunicación. Comunicar significa salir un poco de ti mismo para dar algo de mí al otro. Y la comunicación no es sólo la salida, sino también el encuentro con el otro. Saber comunicar es una gran sabiduría, ¡una gran sabiduría!

Estoy muy contento por este Jubileo de los comunicadores. Su trabajo es un trabajo que construye: construye la sociedad, construye la Iglesia, hace avanzar a todos, siempre que sea verdadero. ‘Padre, yo siempre digo la verdad…’ – ‘¿Pero eres verdadero? No sólo las cosas que dices, sino tú mismo, en tu interior, en tu vida, ¿eres verdadero? Es una prueba muy grande. Comunicar lo que Dios hace con el Hijo, y la comunicación de Dios con el Hijo y el Espíritu Santo. Comunicar una cosa divina. ¡Gracias por aquello que ustedes hacen, muchas gracias! Estoy contento.

Y ahora quisiera saludarlos y ante todo darles mi bendición.”

Discurso Del Santo Padre Francisco a los Participantes en el Jubileo de La Comunicación

“¡Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Les agradezco a todos por haber venido tantos y desde tantos países diferentes, de lejos y de cerca. Es en verdad hermoso verlos a todos aquí. Agradezco a los invitados que me han precedido en la intervención –Maria Ressa, Colum McCann y Mario Calabresi– y agradezco al maestro Uto Ughi por el don de la música, que es un medio de comunicación y de esperanza.

Este nuestro encuentro es el primer gran acontecimiento del Año Santo dedicado a un ‘mundo vital’, el mundo de la comunicación. El Jubileo se celebra en un momento difícil de la historia de la humanidad, con el mundo todavía herido por las guerras y la violencia, por el derramamiento de tanta sangre inocente. Por eso quiero, primero que todo, decir gracias a todos los trabajadores de la comunicación que arriesgan su vida para buscar la verdad y narrar los horrores de la guerra.

Vatican News

Deseo recordar en la oración a todos aquellos que han sacrificado su vida en este último año, uno de los más letales para los periodistas (Según el informe anual de la Federación Internacional de Periodistas, hay más de 120). Oremos en silencio por sus compañeros que han firmado su servicio con su propia sangre.

Quisiera también recordar con ustedes, a todos aquellos que están encarcelados sólo por haber sido fieles a la profesión de periodista, fotógrafo, video operador –camarógrafo-, por haber querido ir a ver con sus propios ojos y haber tratado de narrar lo que habían visto. ¡Son tantos! (De acuerdo a ‘Reporteros sin Fronteras’, son más de 500. En un comunicado de prensa publicado a finales de 2024, RSF subraya que ‘el encarcelamiento sigue siendo uno de los medios preferidos por quienes atentan contra la libertad de prensa’). Pero en este Año Santo, en este Jubileo del mundo de la comunicación, pido a cuantos tienen el poder de hacerlo que liberen a todos los periodistas injustamente encarcelados. Que se abra también para ellos una ‘puerta’ a través de la cual puedan volver a la libertad, porque la libertad de los periodistas hace crecer la libertad de todos nosotros. Su libertad es la libertad de cada uno de nosotros.

Pido –como lo he hecho muchas veces y como lo hicieron antes que yo mis predecesores- que se defiendan y salvaguarden la libertad de prensa y la libertad de expresión, junto con el derecho fundamental a estar informado. La información libre, responsable y correcta es un patrimonio de conocimiento, de experiencia y de virtud que debe ser custodiado y promovido; sin esto, corremos el riesgo de no ser capaces de distinguir la verdad de la mentira; sin esto, nos exponemos a crecientes prejuicios y polarizaciones que destruyen los vínculos de la convivencia civil e impiden la reconstrucción de la fraternidad.

El periodismo es más que una profesión. Es una vocación y una misión. Ustedes, los comunicadores, tienen un papel fundamental para la sociedad actual, en la forma de contar los hechos y en el modo en el cual los cuentan. Lo sabemos: el lenguaje, la actitud, el tono, pueden ser determinantes y hacer la diferencia entre una comunicación que reaviva la esperanza, crea puentes, abre puertas, y una comunicación que en cambio aumenta las divisiones, las polarizaciones, las simplificaciones de la realidad.

La suya es una responsabilidad peculiar. La suya es una tarea preciosa. Sus instrumentos de trabajo son las palabras y las imágenes. Pero primero que eso, el estudio y la reflexión, la capacidad de ver y escuchar; ponerse del lado de los marginados, de los que no se ven ni se escuchan y también renacer - en el corazón de quienes les leen, les escuchan, les miran - el sentido del bien y del mal, y la nostalgia de el bien que narran ,  que al relatarlo le testimonian.

Por eso, en este encuentro especial, profundizaré el diálogo con ustedes. Y estoy agradecido de poder hacerlo a partir de los pensamientos y preguntas que han compartido, hace un momento, dos de sus colegas.

María, usted habló de la importancia del coraje para iniciar el cambio que la historia nos pide, el cambio necesario para superar la mentira y el odio. Es cierto, para iniciar el cambio se necesita coraje. La palabra coraje e deriva del latín ‘cor’, ‘cor habeo’, que significa ‘tengo un corazón’. Se trata de ese impulso interior, esa fuerza que nace del corazón la que nos permite afrontar las dificultades y los desafíos sin dejarnos abrumar por el miedo.

Con la palabra coraje podemos recapitular todas las reflexiones de las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales de los últimos años, hasta el Mensaje de ayer: escuchar con el corazón, hablar con el corazón, custodiar la sabiduría del corazón, compartir la esperanza del corazón. En estos últimos años, ha sido mi propio corazón el que ha dictado las pautas de nuestra reflexión sobre la comunicación. Me gustaría agregar esto a mi llamamiento por la liberación de los periodistas, otro ‘llamamiento’ que nos concierne a todos: el de la ‘liberación’ de la fuerza interior del corazón. ¡De cada corazón! Escuchar el llamamiento no depende de otros, más que de nosotros.

La libertad es el coraje de elegir. Aprovechemos la ocasión del Jubileo para renovar, para redescubrir este coraje. El coraje de liberar el corazón de aquello que lo corrompe. Coloquemos el respeto en la parte más alta y noble de nuestra humanidad al centro del corazón, evitemos llenarla de aquello que marchita y lo marchitado. Las decisiones que cada uno de nosotros cuentan, por ejemplo, para expulsar esa ‘putrefacción cerebral’ causada por la adicción al “scrolling” continuo -“búsqueda obsesiva”-en las redes sociales, definida por el Diccionario Oxford como la palabra del año. ¿Dónde encontrar la cura para esta enfermedad si no es trabajando juntos en la formación, especialmente de los jóvenes?

Necesitamos de una alfabetización mediática, para educarnos a educar en el pensamiento crítico, en la paciencia del discernimiento necesario para el conocimiento; y promover el crecimiento personal y la participación activa de cada individuo en el futuro de sus comunidades. Necesitamos empresarios valientes, ingenieros informáticos valientes, para que no se corrompa la belleza de la comunicación. Los grandes cambios no pueden ser el resultado de una multitud de mentes adormecidas, todo esto inicia con la comunión de corazones iluminados.

Un corazón así era el de San Pablo. La Iglesia celebra hoy su propia conversión. El cambio que se produjo en este hombre fue tan decisivo que marcó no sólo su historia personal sino la de toda la Iglesia. Y la metamorfosis de Pablo fue causada por el encuentro de tú a tú con Jesús resucitado y vivo. La fuerza para encaminarse sobre un trayecto de cambio transformador siempre se genera de la comunicación directa entre personas. ¡Piensa cuánta fuerza de cambio se esconde potencialmente en su trabajo cada vez que se ponen en contacto con la realidad que –por ignorancia o prejuicio- ¡se contraponen! La conversión, en Pablo se deriva de la luz que lo envolvió y de la explicación que después le diera Ananías, en Damasco. También su trabajo puede y debe prestar también este servicio: encontrar las palabras precisas para esos rayos de luz que lo logren sacudir al corazón y hacernos ver las cosas de otro modo.

Y aquí me gustaría conectar con el tema del poder transformador de la narración, del relatar y el escuchar historias, que evidenció Colum. Volvamos ahora por un momento a la conversión de Pablo. El acontecimiento es narrado en los Hechos de los Apóstoles tres veces (9,1-19; 22,1-21; 26,2-23), pero el núcleo sigue siendo siempre el encuentro personal de Saulo con Cristo; el modo de narrar cambia, pero la experiencia fundamental y transformadora permanece inalterada.

Relatar una historia corresponde a invitar a vivir una experiencia. Cuando los primeros discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ‘Maestro, ¿dónde vives?’ (Jn 1,38), Él no les respondió dándoles la dirección de su casa, mas les dijo: ‘Vengan y lo verán’ (v. 39).

Las historias revelan que somos parte de un tejido vivo; el entrelazamiento de hilos con los que estamos conectados los unos a los otros (Cfr. ‘Para que lo puedas recordar y fijar en tu memoria’ (Ex 10,2). La vida se hace historia, Mensaje para la 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2020).

No todas las historias son buenas y, sin embargo, incluso éstas deben contarse. El mal debe ser visto para ser redimido; pero hay que contarlo bien para no desgastar los frágiles hilos de la convivencia.

En este Jubileo, les hago otro llamamiento a ustedes, aquí reunidos y a los comunicadores de todo el mundo: Narren también historias de esperanza, las historias que nutren la vida. Que su storytelling –narrativa- sea también esperanzadora.

Cuando se relata el mal, se deja espacio a la posibilidad de reparar lo que está estropeado, al dinamismo del bien que puede reparar lo que está roto. Sembrar preguntas. Relatar la esperanza, es ver las migajas de bien escondidas, incluso cuando todo parece perdido, significa permitirnos esperar incluso contra toda esperanza. (Cfr. Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones. Mensaje para la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2025). Significa observar los brotes que aparecen cuando la tierra aún está cubierta de cenizas. Narrar la esperanza es tener una mirada que transforma las cosas, las hace ser lo que podrían ser, lo que deberían ser. Quiere decir que para caminar, las cosas deben encauzarse hacia su destino.

Éste es el poder de las historias. Y eso es lo que les animo a hacer: narrar esperanza, compartirla. Éste es –como diría San Pablo– su ‘buena batalla’.

¡Gracias queridos amigos! Les bendigo de corazón a todos ustedes y a su trabajo. Y por favor no olviden rezar por mí.”

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